Dylan McLaren #4ever (personajes)

9:39 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Tras varios mensajes privados de lectoras me toca hablaros de Dylan McLaren porque entiendo muchísimo vuestro desconcierto con ese final de 4ever 3A, incluso vuestro revoltijo de sentimientos hacia su forma de actuar. Y sí, Dy es difícil de descifrar y hasta de querer.
A veces la empatía con un personaje es básica para avanzar en una lectura, pero a mí también me parece importante que cada uno de los integrantes de un libro puedan llegarte al alma de una u otra forma. Porque si alguno te cae mal o te parece odioso o consigue sacar tu ira, es que lo he hecho bien al definirlo con palabras y actos.


Dylan es egocéntrico hasta la médula, tiene una autoestima por las nubes y se cree invencible, un semental, incapaz de amar ni de dejarse enredar por una mujer. Es chulo, capullo, pagado de sí mismo… Es un malhablado, está lleno de tatuajes, va por la vida pisando fuerte, como si fuera el dueño de todo. Y hay instantes en los que entrarías en su mundo para darle una colleja.
Pero también tiene un fondo menos odioso. Un pasado. Un presente donde no sabe cómo lidiar con sus nuevos sentimientos. Porque, ¡sorpresa! Dylan McLaren, conocido como Mac en el MIT y como Dy por Brenda, tiene sentimientos. 


Brenda entra en su vida como un torbellino. No la esperaba así, sarcástica, luchadora, intensa, habladora, llena de vida y sin deseos de venirse abajo a la primera de cambio. No llora ante sus continuos desplantes, no se amedranta con sus malas pasadas, no se derrumba cuando él lo intenta. Y eso le desconcierta.
Porque a pesar de su fachada, de su situación, de su forma de ver la vida y de no creer en el amor, quizá su corazón todavía pueda latir por alguien con mucha fuerza.


Ella despierta algo en Dy. A veces sucumbe a la fuerza magnética que desprende Bren y que le atrapa en una espiral de necesidad, y desnuda su alma, se muestra de verdad, le ofrece esa parte de él mismo que lleva guardando bajo llave desde muy niño, cuando Danny se fue.
Pero luego regresa a su coraza, la vuelve a erigir, la levanta, la abraza…
Aunque hay un factor importante en estos cambios de personalidad, y solo podemos entenderlos si llegamos al final de la primera novela.
Porque en I8U vamos a ahondar más en él, a descubrir cómo es en realidad y si es capaz de entrar en nuestros corazoncitos.


¿Queréis conocer un poquito el gran concepto que tiene de su persona? Así se presenta ante Brenda:

—¡La duda ofende! —Me señalo la cabeza—. Tengo un jodido cerebro privilegiado, soy el puto amo, ya te lo he dicho algunas veces. A los doce ya había usado los ordenadores del cole para piratear webs por dinero. Así me compré mi primer PC. A los quince dominaba cualquier programa de programación y sacaba la hostia de dinero gracias a mis dotes. ¡Hay tantos pijos a los que contentar a cambio de pasta!  



Y se cree que tiene a todas las chicas en el bote. Os voy a poner un fragmento para que lo conozcáis un poquito más. Está desde el punto de vista narrativo de Brenda:

Tiene los ojos abiertos y una sonrisa socarrona en los labios cuando termino mi cuarta ronda de repaso desde sus piernas hasta la cara. Me sobresalto componiendo una expresión avergonzada que logro dominar pasados los primeros segundos de sorpresa. 
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta cuando me quito los cascos—. Estoy bueno, ¿eh? Debes haber mojado las bragas, como el cien por cien de las tías cuando descubren mi cuerpo perfecto. 
—Sí, claro, me basta con mirarte a hurtadillas para aumentar exponencialmente mi cota de deseo. —Me sonrojo de forma involuntaria, aunque mantengo el tipo con uno de mis sarcasmos—. Y ya puedes cambiar el porcentaje al noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento. Yo represento el cero coma cero uno restante. Aunque antes de aceptar ese tanto por ciento, necesitaría pruebas empíricas.  
—¡Tu inocencia es la hostia! —Me manda un beso socarrón y me lanza una mirada cargada de lascivia—. ¡Si hasta te has puesto roja como un tomate! Vamos, mojigata, admite que te has puesto cachonda, como todas las tías cuando miran mis músculos. Y no están así por casualidad, los trabajo mazo para ofrecerte estas vistas perfectas. 
—Tienes un cuerpo alucinante, ¿para qué te voy a engañar? —Mis cuerdas vocales deciden hablar sin permiso y traicionan mi intención de contestarle con ironía. Las reprendo y añado:— está claro, si quisieras ganarte la vida como modelo serías millonario. Lo de ser un vanidoso te viene de serie. —Intento mantener mi respiración a raya y quitarme el rubor de las mejillas porque necesito sonar segura de mí misma a pesar de estar a punto de colapsarme por la vergüenza. ¿Cómo se me ocurre decirle que está bueno?—. Y sí, sobresales de la media. Pero sigues pareciéndome una mala imitación de un chulo piscinas. No sé, para mí la vida es más que sexo y diversión, aunque es muy difícil explicárselo a alguien incapaz de querer a otra persona que no sea él mismo.  
—¡Eso duele, tía! —Se incorpora poniéndose un cojín en la espalda—. Tengo corazón y acabas de destrozarlo con ese discurso. 
—No tardarás ni dos segundos en pegarlo con Super Glue. —Levanto las cejas y suelto una carcajada buscando esa serenidad que mi respiración se niega a darme—. Tus trucos son patéticos. ¿Eres consciente? —Suelto otra risa, ocultando el amago de infarto que asoma por esos latidos acelerados—. ¿Corazón? ¿En serio intentas convencerme de que tienes uno?  
—¡En serio, tía! ¡Eres imposible!


¡Feliz día! J


    

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