Escribir
¡Buenos días! Este viernes es perfecto para destensarme de
todas las ansiedades de la semana. Mi trabajo es un poco voluble y hay
instantes en los que se acumulan las tareas y no tengo tiempo ni de respirar.
Ayer hablaba con una amiga acerca de unos sentimientos que
intenté traspasar al papel en la entrada mañanera, con bastante desacierto. Quedan
muy lejos esos años en los que mi única meta en la vida era llegar a los
lectores publicando. Deseaba tanto… Y obtenía tan poco…
Al final llegó lo ansiado, ahora tengo tres editoriales que
apuestan por mí y pronto firmaré con una cuarta, tengo lectores entusiastas que
compran mis libros y también encuentro otros que no seguirán leyéndome. Es la
ley de la jungla, una en la que cada uno tiene la potestad de decidir sus
gustos literarios.
Es bonito haber llegado hasta este punto, agradable conocer
el destino de mis novelas y muy emocionante leer vuestros comentarios, las
reseñas, las opiniones, los e-mails…
Pero con el tiempo he perdido esa ilusión primaria, esa
sensación de felicidad ilusoria al pensar en la publicación. Ahora disfruto más
de las pequeñas cosas, de los momentos con el ordenador, de un mensaje, de un
comentario, de compartir horas con los personajes inventados.
Quizás es una madurez o simplemente una constatación de esa
idea que se formó en mi mente hace unos años y fue tomando posesión de mis sentimientos
con lentitud. Escribir es lo bonito, crear, vivir aventuras, sentir esa inquietante
necesidad de aporrear las teclas para sumergirme en mundos imaginarios. Sin esa
capacidad para vibrar con la inspiración jamás sería feliz.
Ahora miro con una perspectiva diferente las publicaciones y
no me parecen tan importantes ni necesarias para conseguir una sonrisa. Una vez
los libros llegan a vosotros consigo una inmensa alegría, pero no es lo único
importante porque el proceso de crear esas obras es lo que me aporta una
felicidad infinita.
Faltaría a la verdad si no os dijera que cuando recibo
opiniones positivas de mis libros siento una ilusión demasiado grande para
caber en mi pecho, se expande hacia cada uno de los átomos de mi cuerpo y los
hace vibrar. Porque el hecho de saber que os ha llegado una historia colma mis
mayores sueños.
Sin embargo, escribir es muchísimo más. Mientras una
historia está en marcha llena mi mente a todas horas, ocupa los resquicios más
olvidados y consigue transportarme a un lugar donde todo es posible. Muchas
veces me sorprendo dándole vueltas a una escena en los lugares más
inverosímiles, sintiendo esas emociones de los personajes bullir en mi interior
como si quisieran atraparme para permitirme acceder a ellas.
Esa es la verdadera magia de escribir, la capacidad para
vivir otras vidas y dirigirlas como si fuera un titiritero, sin dejar de aportar
mi granito de arena para ofrecerles unas emociones que surgen de mi alma.
¡Feliz día! J
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