Sin anhelos, sin angustias...
¡Buenos días! Parece
mentira, llega el sábado y el sol radiante de esta semana se esconde tras unas
nubes grisáceas que amenazan con deshacerse sobre la acera… ¡Me apetecía tanto
un día de hamaca!
Esta última semana se ha llenado de noticias,
algunas buenas y otras no tanto, de momentos en los que se intuye la necesidad
de tomar decisiones, de deseos alcanzados y de otros que se han quedado en el
camino. Parece que por primera vez en muchos años se diluye mi interior aquel
ímpetu que me abocaba a aporrear las teclas con fiebre creativa, junto a la
creencia de que vale la pena luchar.
Pero como os decía el otro
día, no te puede tocar la lotería si no compras un número… La vida está llena
de instantes maravillosos que nos acompañan y no es necesario incluir en ella
la ansiedad por alcanzar unas metas demasiado alejadas de nuestro ahora.
Voy a mandar LME, tal como
decidí. Cuando mi inspiración se digne a volver de sus vacaciones seguiré con
la escritura de LDE. Sin embargo no voy a sentir el peso de los días sin
noticias ni la angustia de no llegar al cielo de mis aspiraciones. Lo dejo
escrito y me lo prometo a mí misma.
Recuerdo cuando recibí el
primer email de la agencia literaria,
era marzo de 2006 y había pasado un año y un mes de mi primer contacto por
escrito. ¡Fue un momentazo! Lloré como una magdalena, con la ilusión de que por
fin alguien creía en mí.
En los inicios me consta
que la mayoría de escritores primerizos tenemos una visión muy romántica de la
realidad literaria. Yo pensé que ese correo electrónico era el principio de
algo mágico. Y esperé durante años a que la comunicación con mi agente fuera
fluida.
Me dijeron que debía
mejorar mucho la técnica si quería conseguirlo y puse toda la carne en el
asador. Trabajé duro, sin perder la esperanza ni la angustia de ver cómo los
años sumaban sin resultados, sin noticias, sin avances. Fue esa batalla
constante contra las adversidades la que me sumió en una espiral de espera
infructuosa.
Cada vez que reescribía un
manuscrito o terminaba otro me decían que todavía le faltaba otra vuelta y otra
más… Han sido casi ocho años de esperas, de creer que si una agencia del
prestigio de la mía se interesaba por mi trabajo lograría la luna. Quizás le he
visto demasiadas veces las orejas al lobo, porque ahora ya no tengo esa fe
ciega en ellos ni pienso que mi vida cambiará de repente ni que podré dedicarme
a mi faceta creativa.
Me siento feliz. Mientras
esperaba mi vida era un torbellino acelerado que arrasaba cualquier intento de
sonreír, con la sensación de que mis deseos estaban a unos metros delante de
mí, que los alcanzaría en segundos, pero que nunca pasaba el tiempo.
Entender que en la
felicidad intervienen demasiados factores como para vivir anhelando me ha
concedido tranquilidad y sosiego. Este fin de semana le daré a enviar la novela
para que el destino decida qué pasará con ella. Y yo retomaré mi nuevo
manuscrito para viajar a otros mundos sin necesidad de levantarme del sofá. Sin
esperas, sin anhelos, sin angustias…
¡Feliz día! J
Feliz día, Pat.
ResponderEliminarLo más importante es que estás haciendo "obra" como pedía Juan Ramón Jiménez. Pienso que uno fortalece su carácter en estas lides.
Un abrazo.
Tener obra siempre es positivo y más si aprendes a disfrutar del camino... ¡Un beso, Pilar! :-)
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