Preparando la vuelta a la oficina...
¡Buenos días!
Se inicia la última semana antes de regresar a la oficina. ¡Me invaden tantas
emociones en estos momentos! Alegría, angustia, pena, ilusión, esperanza,… La
vida está plagada de momentos intensos que cambian la percepción de todo cuanto
te envuelve. Deseo reincorporarme al trabajo, volver a la rutina, retomar mi día
a día, alejarme por un tiempo de la escritura…
Ayer os dejé
una mini historia que podría convertirse en el inicio de una novela. Román es
un hombre enigmático, uno que ha pasado por una experiencia única. Irina es una
jovencita fuerte, con la capacidad de luchar contra las adversidades del
destino para superar los últimos acontecimientos y luchar por conservar su
cordura a flote…
A partir de
aquí sería absolutamente capaz de hilvanar una historia larga y con intriga,
una de aquellas que a mí me gusta tramar. De hecho mi cabeza ya inventa cosas,
me inunda de sentimientos, de tramas, de retazos que conformarían el devenir de
ambos personajes. Pero ahora no quiero escribir, no quiero sentir la inspiración,
no quiero avanzar sin mirar atrás y tener mis obras en Amazon.
¿Cabezonería?
Quizás, aunque yo lo llamaría cansancio extremo. Lo que no quiero es redificar las
expectativas, soñar en metas inalcanzables, desear que llegará un email que
nunca llega. Ya os dije que hay instantes en los que debemos tocar de pies al suelo,
conocer el terreno que pisan, saber qué podemos esperar realmente de la vida.
Así que vamos
a dejar a Román conduciendo su moto hasta su casa, enamorado de Irina, pero con
una transformación interna que lo obliga a herirla constantemente, aunque hay
instantes en los que se percata de la realidad y el dolor de perderla lo aboca
a una desesperación sin límites. Vamos a aparcar a una Irina con el pelo enmarañado
sobre una cara donde los restos de maquillaje se asientan con las lágrimas que
no cesan de brotar de sus ojos. Camina hacia su casa con los zapatos de tacón en
la mano y los pies cubiertos con unos calcetines de media negros que se
agujerean con cada irregularidad de la calzada. La primera franja del crepúsculo
la acompaña en su caminata,…
La verdad es que
mi historia no empieza aquí ni tampoco termina así, ¡hay tanto que contar! ¡Tantos
sentimientos, tantos momentos, tantos acontecimientos! ¿Y si os dijera que años
después Irina se casa con otro y sus amigos le dicen que Román ha muerto? ¿Empezará
ella a buscarlo? ¿Indagará en su pasado? ¿Existirá alguna carta sonde él le
explica alguna cosa sobre la expedición del Amazonas?...
Lo vamos a dejar
aquí, ¿vale?
Para
construir una historia lo primero que necesito es lo que tengo ahora: sentir a
los personajes dentro de mí, traspasar despierta el puente que une mis dos realidades
e irrumpir en la piel de los protagonistas. En esos instantes no necesito nada
más que mi imaginación para vivir una aventura en el mundo paralelo.
Cuando inicio
esa conexión con los personajes muchas veces parto de una experiencia personal,
de algo que me ha sucedido, de un suceso que me ayude a recrear las emociones
necesarias para vivir en otra piel. Y una vez interiorizo a la persona que me
va a acompañar durante las páginas de libro, construyo la narración. Aunque
nunca soy capaz de introducir toda la realidad, todo lo que sucedió en ese instante
de mi vida, sencillamente les cedo un pedacito de mi pasado a los personajes
que conforman mi futuro…
¡Y ahora me
voy a rehabilitación! ¡Un beso!
:-) Veo que el mini relato de ayer es menos mini de lo que parecía :-)
ResponderEliminarHaz lo que te pida el cuerpo... y la mente, pero sobre todo, quédate satisfecha contigo misma.
Besos
Eso mismo es lo que pienso yo.... ¡Un beso!
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