Una pequeña historia... La transformación de Román
¡Buenos
días!! Las nubes se empeñan en destrozar los fines de semana… Aixxxx, ¡con las
ganas que tenía yo de tostarme al sol! Bueno, aprovecharemos el día para cosas
más productivas… ¿Qué os parece una pequeña historia?
Busqué a
Román con la mirada, esperando que apareciera otra vez, con miedo, con
angustia, con anhelo. Las emociones circulaban por mi interior como ríos de
distintos colores que confluían en mi corazón tquicárdico. No sabía muy bien
cómo debía sentirme, qué estaba pasando ni porqué él me dejó tirada cerca de la
Plaza Cataluña, con aquellas horribles palabras que me acusaban de ser un
demonio.
Era tarde,
casi tocaban las tres de la noche, estaba terriblemente cansada, sin dinero,
sin móvil, sin bolso, sin esperanzas y sin explicaciones… Aunque mi razón me anunciaba
a gritos que algo extraño le pasó a Román en las semanas de viaje al Amazonas,
mi corazón se resistía aceptar que el hombre del que estaba enamorada se
fundió, desapareció, se apagó.
¿Acaso
alguien podía cambiar tanto en dos semanas? Negué con la cabeza un par de veces
antes de enjuagarme las lágrimas con la manga de la cazadora tejana. Hipé,
sorbí con la nariz, aspiré una fuerte bocanada de aire, lo fui soltando
lentamente por la boca y me rendí a la evidencia de que Román no iba a
regresar.
Me levanté
con un movimiento enérgico. Acababa de tomar una determinación, una que llevaba
días gestándose en mi interior y a la que llevaba semanas esquivando. Empecé a
caminar por el Paseig de Gràcia con pasos largos y rápidos, convencida de que
si por casualidad aparecía, si volvía a verle, si mis ojos se posaban en su
cara tostada por el sol, en aquellos ojos pardos que me transportaban al
pasado, en aquellos labios que me besaron tantas veces… Cerré los ojos un
instante, obligándome a olvidarme de él, a entender que ese hombre desapareció.
Llegando a la
calle Aragó escuché el sonido inconfundible de su moto. Durante meses aquel
motor me anunciaba su llegada y me disparaba el corazón. ¡Le quería tanto! Pero
sabía que el Román al que amaba con desespero se quedó en el aeropuerto de El
Prat un mes atrás, cuando lo despedí con la mano, viendo cómo su vuelo se
alzaba hasta las nubes.
El instinto
de supervivencia actúo por mí, tomó el control de mi cuerpo y me escondió dentro
de una portería que por alguna extraña razón estaba abierta. Aquella noche su
locura llegó demasiado lejos, tanto que ya no podía negarme que su cabeza
sufrió un desequilibrio intenso en el Amazonas.
Observé a
Román desde mi escondrijo, con la respiración acelerada y el miedo atosigándome.
Conducía despacio, con las manos enguantadas asidas con fuerza al manillar, el
casco integral blanco le tapaba la espesa melena negra que tanto me gustaba
acariciar, sus ojos felinos mantenían una mirada fría, letal, una que fue capaz
de decirme acusarme de ser una persona mala, con el corazón negro y que él era
un ángel con la misión de erradicar a los demonios como yo. Ahogué un grito al
recordar la escena, esa en la que me abandonó en la calle y se llevó todo lo
que me permitiría volver a mi casa.
–¡Piensa en
tus pecados Lucifer! –me dijo a cuchilladas–. Volveré a cumplir los designios
del destino.
Desde que
volvió del Amazonas su personalidad sufrió un cambio irreversible. Me contó que el primer día los peces le halaron
al sumergirse en el río, que formaron un círculo a su alrededor y le susurraron
su destino al amparo del agua. Estaba convencido de que cuando salió a la
superficie tenía poderes sobrenaturales, de que era capaz de ver el aire, de
escuchar los animales cercanos, de oler en a distancia, de leer los
pensamientos ajenos…
Sus alucinaciones
degeneraron hasta el punto de ver el mal por todos los rincones, de vivir
asustado, de estar pendiente de encontrar al demonio que debía erradicar. ¡Y
esa noche lo reconoció en mí!
Me quedé
quieta, con el sudor empapando cada pedazo de ropa que me cubría, suplicando
que no me encontrara. Durante una media hora no me moví, fui incapaz de levantarme,
de pensar, de razonar. ¿Acaso era capaz de matarme?
Román condujo
en círculos durante el resto de la noche, buscándome, acechándome. El sueño fue
meciéndome hasta que me llevó a una pesadilla donde mi realidad se confundía
con la ficción.
Desperté
cuando el sol calentaba. Ya no se escuchaba el motor de la moto de Román, en la
calle se veían un par de personas caminando, varios coches enfilaban por el Paseig de Gràcia, ¡la vida retomaba su
cauce y los miedos de la noche desparecían! Me levanté, tenía todas las articulaciones
del cuerpo entumecidas y debía presentar un aspecto horrible. Volví a escuchar
el exterior antes de aventurarme a salir al aire libre. ¡Román no estaba! Empecé
a caminar hacia mi casa con el corazón encogido, sin saber qué me deparaba el
futuro…
¡Feliz día!
Una historia emocionante, me ha tenido el corazón sobrecogido mientras leía. Es una historia de ficción, pienso, pero te aseguro que a veces la realidad supera la ficción y quien te creías que era de un ángel se convierte delante de tus narices en un demonio. Enhorabuena, de nuevo, por cómo escribes y espero que nos regales más historias como ésta. Un besote, Pat.
ResponderEliminarSi tú supieras cómo la realidad supera la ficción... ¡Gracias Puri por tus palabras!! ¡Un beso!
Eliminarfeliz día!!
ResponderEliminarme ha encantado la historia, escribes de p.m.
¡Gracias José!!! ¡Feliz día para ti también!
EliminarSabes que seguimos tu blog. Nos ha encantado esta entrada. Algo más extenso en mente??? Queremos más!
ResponderEliminarUn beso y un abrazo muy grande.
Abrir un Libro
Podría utilizar este micrirrelato para algo más extenso.. ¡Lo pensaré! Gracias por pasaros por aquí...
Eliminar¡Besossssssssss!
Pues no sé qué decir...
ResponderEliminarpara un día que te leo desde el ordenador y puedo comentar...
Pero si la moraleja es que hay que aceptar los cambios sin hacerse preguntas y continuar adelante sin miedo, en mi caso lo estoy intentando. Aunque yo soy de las que quieren saber el porqué, y por eso este relato me resulta incompleto. ¿Por que cambió? ¿Era ella tan mala como él pensaba? ¿Volvería a ser el hombre que era? ¿Seguiría buscándola, la encontraría, se olvidaría de ella? ¿Podría ella seguir viviendo sin miedo, sin recordarle, sin esperarle?
Lo sé, me hago demasiadas preguntas.
Feliz domingo, Pat!! Y gracias por el relato.
8)
La moraleja es que sólo tu fuerza interior puede capear un temporal... La protagonista sigue enamoradísima de Román, pero tiene claro que debedejarlo...
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