¡Buenos días! ¡Hoy estoy contentísima! ¡Nada me va a borrar la sonrisa de la cara! Es sábado, hace un día genial y esta noche doy una fiesta, así que no pudo estar más feliz.

De vez en cuando es provechoso reunir a la familia y a los amigos para pasar una velada especial, una de aquellas que durante años vas a recordar con ilusión. El cambio del 3 por el 4 es un paso difícil para mí…

Cuando era pequeña me fijé los35 años para tener un libro publicado. Recuerdo que esa edad me quedaba muy lejana, la veía casi inalcanzable, por eso pensaba que era la correcta… Crecí, y mis dificultades con la lecto-esctitura me alejaron de aquel sueño infantil que pareció fundirse en la nada, como si fuera capaz de erradicar una vocación y un anhelo de mi interior.

Estudié una carrera de números. Las matemáticas siempre se me dieron bien. Tengo una mente analítica que se entiende mejor con los códigos numéricos que con las letras que conforman palabras. ¡Y me aparté durante años de mi realidad, de aquella que inundaba mis días con mundos imaginarios!

Recuerdo las horas de soledad con mi propia mente, los instantes en los que los personajes inventados me poseían y me desplazaba a un lugar imaginario donde mis emociones empatizaban con el entorno. Era una manera maravillosa de viajar, de sentir, de vivir una realidad paralela.

 Muchas veces me pasaba el día soñando, sintiendo, viviendo en la piel de otra persona. ¿Quién no ha querido ser princesa por un día cuando era pequeña? Era uno de mis deseos y conseguía hacerlo realidad por unas horas. Suspiraba, cerraba los ojos, recreaba la historia y cuando volvía a abrir los ojos mi mundo era otro, me acababa de convertir en otra persona, una que se acercaba al príncipe y tenía un romance con él. Y eran sensaciones reales, emociones mágicas, vivencias tangibles…

Era completamente consciente de que estaba imaginando. ¡Y me encantaba hacerlo! No es que tuviera problemas ni nada parecido, sencillamente necesitaba deshacerme de las historias que me inundaban, necesitaba que todo mi cuerpo se llenara con la magia de los sueños, que mi imaginación desbordante traspasara por unas horas los límites de la realidad.

Un día desperté. Volví a ser la niña que deseaba convertirse en novelista, aquella a la que las profesoras tachaban de imposible con las letras, aquella que lloraba a escondidas por las noches porque sus anhelos se marchitaban en un mar de faltas, incoherencias estilísticas, mala letra,… Recreé aquel instante de inflexión en mi juventud, cuando quemé todos mis cuadernos llenos de historias, ideas, esperanzas. Volví atrás en el tiempo y decidí luchar por mis sueños, unos sueños que durante años quedaron latentes en mi interior.

   Al sentarme un día frente al ordenador e iniciar en secreto el camino hacia la superación de la disortografía me marqué un hito: a los cuarenta iba a vivir de la literatura… Estudié durante un año, recuperé todas aquellas normas ortográficas que me inculcaron de pequeña, leí miles de libros para estudiar su estructura, su gramática, su composición de frases… Y un día me senté para crear mundos paralelos en el Word. Durante tres años solo escribí, viví dentro de las tramas, me documenté, sentí la fiebre creativa invadirme hasta el punto de dejar de dormir. Escribí tres novelas largísimas en dos años y medio, la tercera fue El Secreto de las Cuartetas…

Ahora hay siete manuscritos en la memoria de mi portátil, uno está a la venta en Amazon, otros en manos de mi agente y algunos pasan los años en el olvido, a la espera de ser rescatados algún día… Y en este instante, a punto de llegar a esa edad que marcaba un punto de inflexión en mi vida, me he detenido, he secado las palabras y he mirado atrás. Estoy corrigiendo, mirando las novelas terminadas, pensando cómo sacarlas a la luz…

Así que hoy voy a brillar en la fiesta, voy a dar las gracias por todo lo que he conseguido en la vida y no voy a pensar en lo que quería tener, pensaré en lo que tengo. ¡Mañana os hago un resumen de la noche!

¡Feliz sábado!!!!