¿Se puede madurar a los cuarenta?
¡Buenos días! Me levanto
con muchas ganas de crear mundos paralelos en el papel, con una idea clara de
cuál será el giro argumental de la novela y de cómo rubricaré un final que no
me esperaba.
LDE es una novela diferente
en muchos aspectos a las que había escrito hasta ahora. Este año me he pasado a
las policíacas y he abandonado la fantasía que llenaba mis cuadernos
infantiles. Quizás en esa nueva forma de ver la escritura influye la maduración
personal de los últimos tiempos.
¿Se puede madurar a los cuarenta?
Yo creo que sí, y más si nos referimos a un mundo tan diferente al habitual
como la literatura. Mi proceso de cambio empezó en este espacio de la bloggosfera, acompañada por personas que
me ayudaron a darme cuenta de lo mucho que me perdía con mi actitud.
Es fácil entender la visión
romántica que tenía yo de escribir. Durante mi infancia soñaba cada noche en
convertirme en una escritora tan famosa que acababa en Hollywood dando vida en
la gran pantalla a sus personajes inventados. Lo anhelaba tanto que se
convirtió en mi deseo platónico.
Ser disléxica no ayudaba a
que los profesores apostaran por mi vocación. Jamás gané un concurso literario,
aunque cada año me esmeraba por plasmar esa imaginación que convivía conmigo en
una hoja de papel, con un boli y mi incapacidad para construir una frase sin
faltas de ortografía y con la letra clara.
Estoy segura de que los
consejos bienintencionados de mis maestras fueron el detonante para que en mi
interior creciera todavía más el deseo de demostrarles que se equivocaban.
Aunque cuando llegué a la adolescencia terminé por escucharlas y entender que
jamás lograría escribir nada con coherencia.
Me decanté por estudiar
económicas. Era extraño que me entendiera tan bien con los lenguajes
matemáticos, ¡fui el único diez de mi promoción en el examen de mates de
selectividad! Y decidí dedicar mi vida a los números, a pesar de mis anhelos.
Pero la creatividad no se
puede esconder bajo un manto de indiferencia, un día sale a la luz y te posee
con frenesí. Yo crecí, me enamoré, me casé y tuve hijos muy joven, tal como
soñaba de pequeña, y un día me descubrí con parte de mis anhelos cumplidos y
con el deseo interno de novelar mis mundos paralelos.
Tras un año estudiando
ortografía y gramática, con unas cosquillas inquietantes en el abdomen, me
senté frente a un ordenador para teclear mis primeras palabras. Fue una
sensación adrenalítica, llena de emociones intensas, que me descubrió un mundo
nuevo y excitante.
En siete meses tenía mi
primera obra terminada, me sentía orgullosa de mí misma, de haber demostrado
que no era verdad lo que me decían, que sí tenía capacidad para hilvanar una
novela. Por eso caminé por las brasas de la idea romántica de publicar,
anhelando que mis sueños se cumplieran.
A partir de ese instante
escribir fue mi única fuente de felicidad, siempre en busca de nuevos retos, de
nuevas ideas, de nuevos argumentos. Pero el castillo de naipes se derrumbó tras
años de lucha infructuosa. Conseguí una agencia literaria de la talla de
Antonia Kerrigan, pero en vez de alcanzar la cima me quedé a medio camino,
siempre con un nuevo consejo para mejorar mi técnica. Durante años no me rendí,
leí, subrayé, estudié, reescribí una y otra vez, pulí y volví a reescribir.
Ahora mis sueños están
marchitos, ya no pienso que alcanzaré la gloria, ya no escribo para que me
lean, ya no espero constantemente una llamada ni un email. Ya no dedico toda mi energía a las letras ni permito que la
escritura domine mi vida, es algo intrínseco a mí a lo que nunca renunciaré,
pero ya no es el centro de mi universo.
Solo el tiempo puede
decidir qué sucederá con mis novelas, de momento para mí son una fuente
inagotable de sonrisas.
¡Feliz día! J
A seguir sonriendo :-)
ResponderEliminarFELIZ día.
:-) ¡Feliz día!
EliminarTodo llegará. Persevera.
ResponderEliminarEso es lo más importante, la perseverancia... :-)
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