La chipsa de la idea
¡Buenos días! Este fin de semana se ha llenado de
celebraciones, instantes y emociones. Me ha venido bien salir, relacionarme con
algunas de mis amistades, pasar el día del cumpleaños de mi madre en familia,
mirar la temporada completa de una serie, distraerme, tener tiempo de escribir
y de leer… Necesitaba desconectar para encontrar una forma de reponer fuerzas y
encarar la semana con ilusión.
Tengo entre manos una historia que me parece muy bonita,
aunque tampoco tengo claro que sea una romántica al uso.
Lo más importante es sentir cómo crece la conexión con mis
personajes, cómo avanza la trama en mi mente, la sensación de estar viviendo
una aventura a su lado y de rememorar instantes de mi viaje a Filipinas.
Cada página está impregnada de una porción de mis recuerdos.
A través de los ojos de Daniel, Eugenia, Dan y Geni revivo el recorrido, las
sensaciones, los olores, la paz de ese apartado recodo de nuestra existencia. Y
es como si al apretar las teclas mi cabeza regresara ahí para quedarse un rato
entre la placidez de su arena blanca, su agua turquesa, esos fondos marinos
llenos de vida, la serenidad del trópico.
A veces una idea surge de la forma más inverosímil. De
repente escucho algo o veo una escena de unos desconocidos o es una película lo
que me da esa chispa que se enciende en mi mente hasta abrasarla con una nueva
historia.
Esta vez fue en mi segundo día en Filipinas, en el viaje
desde Cebú hasta Bantayan en barco, cuando un joven australiano se sentó frente
a nosotros y entabló una conversación en inglés con una pareja de holandeses
que iban a recorrer el país con sus mochilas.
Se llamaba Daniel y les contó que estaba trabajando en un
campamento humanitario en Bantayan. Mientras les contestaba a mil preguntas
sobre las islas mi mente se fue llenando de sensaciones, añadiendo recovecos a
esa parte de la historia de Daniel, sintiendo una idea germinar y echar raíces.
A partir de ese punto delineé el inicio de CEDNE. Fue un
pequeño esbozo inicial que se quedó asido en mí durante todo el viaje. Cuando
estaba distraída y no podía leer mi mente le daba vueltas y más vueltas a la
idea, la estiraba, la contraía, la alargaba, la modificaba y la adaptaba a
nuevos giros que se me ocurrían con una rapidez vertiginosa.
Tras mi experiencia negativa de buceo en Malapascua ya había
cambiado cuatro veces la premisa de entrada, aunque la estructura del libro y
la esencia de la historia era inamovible. Le di unos cuantos retoques a los
personajes, les hice variar sus pasados, les concedí un presente diferente y
profundicé en aspectos de sus personalidades.
Al regresar a España todavía estaba escribiendo ECDA. No me
gusta dejar las cosas a medias y ya había intentado compaginar dos novelas a la
vez en el pasado con un estrés considerable. Así que tracé un plan. Mientras me
documentara para la novela ambientada en Filipinas terminaría la que tenía
entre manos, después corregiría las tres que componen la segunda y última parte
de la Serie Sin ti para poner las
primeras palabras de esta al terminar.
Veintiséis días después, y con un paréntesis para corregir
de nuevo ECDA, ya he escrito tres cuartas partes de la historia. Ochenta y
cuatro mil palabras... Ciento treinta y nueve folios… A veces hay historias que
se escriben casi solas…
¡Feliz día! J
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