Conociendo a Luke
¡Buenos días! Hoy me gustaría hablaros de Luke, un personaje
masculino que me ha acompañado durante mucho tiempo y al que quiero un montón.
Porque en la vida existen muchos como él.
Parece un chico feliz, con la vida solucionada y
despreocupado, pero en el fondo no deja de tener un corazoncito tocado por sus
problemas familiares. Os voy a poner un trocito para que veáis cómo piensa. ¡Me
encanta Luke!
—Ahora me vas a decir
que eres una de esas sensibleras lloricas.
—Mejor emocionarse con
las historias de amor que dejarlas correr por miedo al compromiso. —Tuerce la
boca en una sonrisa mordaz—. El día que salga con un tío será porque me gusta,
no para pegar un polvo y olvidarme de él en dos días.
—¿Así me ves? ¿Cómo un
carbón que se tira a una distinta cada noche? —Levanta los brazos frente a la
cara y compone una mueca dolida—. Solo quiero pasarlo bien y nunca engaño a
nadie. No creo en el amor a largo plazo. Soy demasiado independiente para
liarme en serio con alguien.
—Yo a esa pose la
llamo cobardía y egoísmo. En la vida hay que arriesgarse para ser feliz. Pero
un pijo como tú no sabe lo que es luchar.
Luke avanza un poco
hasta entrar en su espacio personal. Siente su respiración acelerarse y la
taquicardia apoderarse de su corazón. Ella se pasa la mano por el pelo y le
dedica una sonrisa traviesa, como si sus palabras fueran una manera de burlarse
de él. Le roza el cuerpo con el brazo y siente una descarga en el estómago.
—Mi vida tampoco es
fácil. Tener dinero no lo es todo.
Kristie da un paso
atrás para apartarse de él y Luke se enfrenta a una corriente de aire frío,
como si su cuerpo reaccionara mal a la separación.
—¡Cómo si lo viera!
¡Eres un fiel defensor de que el dinero no te hace feliz! —Su expresión
sarcástica no admite discusión—. Tener pasta ayuda mucho porque no dependes de
los demás. Pero claro, ¿qué va a saber un niño de papá de vivir sin un puto
duro?
—¡Eh! ¡Ya basta de
meterte conmigo! —Esgrime una de sus sonrisas más seductoras—. Antes de hacerlo
deberías conocerme. A lo mejor te sorprendo.
Las relaciones familiares a veces puedes marcar el carácter,
hacerte pensar distinto y minar tu confianza en las relaciones. Eso le sucede a
Luke, parte de su aversión al compromiso es culpa de la complicada situación de
su familia en la que vive.
—No pareces muy unido
a tus padres.
—Son tal para cual.
—Asiente con un suspiro—. Igualitos que Brandon, mi hermano mayor. Son un
matrimonio de conveniencia. Nunca se han querido. O como mínimo a mí no me lo
parece. Su relación es fría y distante, como si se soportaran y nada más.
—¡Qué triste! —Si
sigue acariciándome así me voy a poner a gemir—. El día que me case quiero
fuegos artificiales, una historia rosa pastel, un amor de los de verdad. Si no
encuentro al tío que me haga vibrar no me casaré.
Pone los ojos en
blanco y se ríe.
—Las tías sois unas
cursilonas. Lo de mis padres fue más formal que otra cosa. Bueno, igual se
quieren de alguna forma, al fin y al cabo han tenido tres hijos. Pero a mí me
da que en el fondo se casaron porque los dos eran herederos de familias muy
influyentes del país y decidieron unirse para amasar un imperio. —Sus ojos me
repasan el rostro y se paran en los labios—. Fue una decisión práctica. Son
personas muy frías, para ellos todo se reduce al dinero y al poder.
(…)
Asiento reprimiendo
los jadeos. Mientras regresa a su silla y busca un camarero con la mirada hago
un esfuerzo para recomponerme.
—Tus padres deben ser
muy infelices. —Necesito seguir una conversación para deshacerme de las últimas
sensaciones—. Casarse sin amor ha de ser una putada.
—Ellos no lo ven así.
Se casaron por decisión propia y no tienen intención de separarse. —Bebe un
sorbo de agua y me dirige una mirada muy sensual—. Se complementan en los
negocios y toleran las aventuras del otro sin chistar.
—De ahí viene tu
manera de ver el amor. —Mis ojos se entretienen demasiado en sus labios, me
parece muy sexy esa manera de fruncirlos al escuchar mi afirmación—. Vivir con
unos padres que no se quieren no ayuda demasiado a creer en las relaciones.
Pero no todas las parejas son iguales, las hay que se quieren de verdad.
Él acata mis palabras
con una sonrisa divertida. Coge un nigiri con los palillos, lo moja en soja y
se lo acerca a los labios.
Me quedo unos segundos
mirando embobada el movimiento de su boca. Esa manera de masticar me parece muy
sensual.
Intento cazar un maki
con los palillos, pero se resiste a mi poca habilidad.
—El amor está
sobrevalorado —afirma—. Hay personas preparadas para la monogamia y otras
incapaces de mantener un compromiso para toda la vida. Yo soy de las segundas,
eso es todo.
—Hasta el día que
encuentres a tu chica ideal. —Levanto el hombro y ladeo un poco la cabeza
mirándolo con una sonrisa—. Entonces te darás cuenta de que el amor existe y te
volverás un idiota, como todos. Le comprarás un anillo, te casarás, tendrás
hijos y un día te acordarás de esta conversación y te cogerá un ataque de risa.
Espero que os animéis a conocerle…
¡Feliz día! J
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