Fin de semana de esquí
¡Buenos días! Qué triste se ve la
terraza desde mi ventana… Llueve, parece como si el cielo todavía no recibiera
los rayos de luz matutinos que ponen las calles y hay un ruido rítmico en la
escalera que me dispara los nervios. Con lo relajada que estaba yo ayer…
El fin de semana subimos a la
casa de la Cerdanya con la intención de pisar las pistas de esquí por primera
vez en la temporada. Normalmente cambiamos los fines de semana de alta
ocupación por los que quedan en medio, donde la resaca de gente vacía las
pistas, las carreteras y las calles.
Acertamos. Este año hemos cogido
el forfait de temporada de Grandvalira, la extensión interminable de pistas de
Andorra que llena con su esplendor las horas de deporte al aire libre. Me gusta
el esquí porque es una actividad familiar, vamos los cuatro juntos desde hace
años, disfrutamos de nuestra compañía y nos adentramos en la nieve con emoción
compartida.
El sábado madrugamos muchísimo…
Es quizás la peor parte del esquí, despertarse cuando el cielo todavía conserva
estrellas brillantes que parpadean con intensidad. A mí personalmente no me
supone un problema, suelo levantarme a esa hora sin necesidad del despertador,
pero a mi familia le puede la resaca de sueño.
Tras desayunar fuerte y vestirnos
con muchísimas capas de ropa cargamos el coche y nos fuimos hasta las taquillas
de El Pas de la Casa en busca de nuestros forfaits. Me impactó que no hubiera
un lugar preparado para las personas que debíamos presentar documentación para
retirarlos.
Había una cola inmensa… Tres
cuartos de hora después conseguimos los documentos válidos para subirnos a los
remontes. Conducimos hasta la curva donde hay un pequeño espacio habilitado
para los coches (insuficiente y mal preparado), nos calzamos las botas y
empezamos el descenso.
La nieve estaba bien, había poca
gente, salió el sol… ¡Fue estupendo! Aunque he de reconocer el miedo
experimentado en las primeras horas. Cada año me pasa lo mismo desde que me
caí, me aterroriza volver a romperme los ligamentos cruzados y las primeras
bajadas se tiñen de inquietud.
Por suerte pasado ese primer día
consigo que mi emoción regrese con la misma fuerza de antes y me deslizo sobre
los esquís sin mostrar tanto pavor como al principio.
Me encantó Grandvalira, había estado
de jovencita cuando la estación solo contaba con Pas de la Casa y Grau Roig,
ahora es enorme, tanto que ayer estuvimos cuatro horas sin repetir ni una
pista. Este año voy a disfrutar un montón de la nieve, estoy segura.
¡Feliz día! J
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