Creativity

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! La ilusión de despertarme un viernes por la mañana es mayor cuando hoy tenemos la comida de empresa, con el clásico concurso de cocina, el amigo invisible por la tarde y la cena con los compañeros.
Este año el concurso es sobre postres navideños, puede ser muy interesante… Llevamos unos días preparando el nuestro en la oficina, a ver cómo queda al final.
Me apetece muchísimo pasar el día acompañada de personas fabulosas, seguro que acabaremos tarde y contentos, con un sinfín de anécdotas para conservar en la memoria.
Avanzar en el calendario con la presencia de personas en mi día a día es agradable. Mi visión de la amistad dista muchísimo de la habitual. Normalmente prefiero pasar las horas libres creando mundos imaginarios en vez de salir por ahí, es mi lugar privado, uno donde cada uno de los personajes consigue hacerme vibrar.
Los viernes acostumbro a cenar fuera con mis hijos y mi marido. Adoro esas cenas familiares, los momentos de cercanía, compartir con ellos algunos momentos de la semana, aunque mi mente a veces se queda enredada en una escena o en un diálogo.
Soy diferente, siempre lo he sido. De niña me acarreaba problemas, era incapaz de entender mi hiperactividad cerebral, la necesidad imperiosa de imaginar y crear, de vivir aventuras fuera de la realidad. A veces me costaba disociar los sentimientos inventados de los reales.
En la adolescencia carecía de medidas para encuadrar el puente que unía mis dos mundos y cometí demasiadas tonterías, sin ser consciente de la realidad. Las historias me invadían, me ahogaban, me llenaban de imágenes la cabeza y necesitaba darles salida de alguna manera, explorarlas, sentirlas.
Muchas mañanas me quedaba dentro de la cama en silencio para explorar cada una de mis ideas, lejos quedaron las tardes en Calella, sentada en mi roca frente al mar con un cuaderno Enri en la mano. La maldita dislexia impidió que me creyera capaz de continuar escribiendo, las libretas se habían quemado en una verbena de San Juan y seguía llevando en secreto mi pasión.
Hubo una época en la que maldecía cada día la inspiración, pero el tiempo me ha traído la posibilidad de explorarla hasta sus confines para darle forma en el papel en forma de historias llenas de instantes increíbles. Soy fiel a mis personajes, a mis escenas favoritas, a algunas frases. Y ahora no me disgusta ser diferente, me apasiona, me llena de vitalidad y de sonrisas. Ya no maldigo, alabo el don de la creatividad que me ha tocado en suerte. Es mi mayor regalo.

¡Feliz día! J  

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