Sensaciones de la escritura
¡Buenos días! Hoy me gustaría hablar acerca del
estado anímico necesario para estimular mi creatividad. Una conversación de
ayer me hizo pensar acerca de mi conexión con las novelas, de la necesidad de
sentir para escribir algo intenso y de mi falta de lazos con algunos capítulos
más suaves.
La inspiración es un ente extraño y caprichoso,
como mínimo la mía es así. De repente me invade y barre cualquier otra faceta de mi vida, como si quisiera dejar patente su alto grado de ideas. Durante esas
épocas solo pienso en la trama, con una cálida sensación en la boca del
estómago, sin darle importancia a nada más.
No soy consciente del paso de horas las mientras
tecleo, me cuesta disociar cuando me siento en mi mesa del despacho, sueño
despierta con escenas concretas, las escribo de mil maneras en mi mente para
luego darles vida en el papel, con las emociones a flor de piel.
Mientras la narración fluye así no hay nada que me
aleje de los personajes ni de sus peripecias. Normalmente tengo una escena en
mente que se repite una y otra vez y escribo con la necesidad de llegar a ella
con lógica. Muevo los hilos de una historia que se forma en mi interior y me
invade, la plasmo en la hoja del Word con una carga emocional intensa, que a
veces incluso me arranca alguna lágrima, y cuando termino el capítulo pienso,
¡Buah! ¡Vaya capítulo!
Es un hormigueo en la piel, una exhalación en la
boca del estómago, un estado mental, un sinfín de sentimientos encontrados que
me vapulean, como si mi mente se elevara a un lugar inalcanzable donde las
ideas se convierten en un flujo constante de palabras.
Siento,
me emociono y transmito al papel cada pedacito de mi alma, como si pudiera
tocar las palabras con la magia de los sentimientos. Para darle intensidad a
los capítulos requiero ese grado de inspiración, es una necesidad vital.
Las novelas no pueden ser intensas desde el principio
al fin o dejarían al lector exhausto. Supongo que esa es la causa de mis épocas
de serenidad, sin el empuje de la creatividad elevada a la máxima potencia. En
esos momentos escribo más pausada, sin la unión con el texto ni esa emoción primaria
que lo llena de sentimientos.
Son silencios, capítulos serenos, sin el arrojo adictivo
de los otros. Cuando los escribo pienso que no valen nada y a veces al pulir el
texto los retoco, pero la mayoría de veces los dejo tal cual, porque al leer la
novela completa entiendo la necesidad de unas escenas más suaves.
¡Feliz día! J
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