Crear mundos paralelos
Inventar mundos paralelos es una tarea impresionante, algo casi mágico. Significa vivir en la piel de otras personas, pasar por situaciones nada cercanas a tu vida real, sentir otras emociones, trasladarlas al papel y disfrutar con todos los matices que puedes darle al personaje.
Durante años he convivido con dos realidades: la mía y la inventada. Los protagonistas pasan a ser parte de ti misma y crecen a medida que la trama se complica. Yo jamás he escrito con un guión, me basta con el título y el final. Cada vez que me siento delante del ordenador las palabras se van ordenando en el teclado con facilidad, como si mi mente fuera capaz de conectar con la realidad paralela que mora en el manuscrito a medio hilar y la fuera reproduciendo sin problemas.
Muchas veces sueño despierta con las tramas. He llegado incluso a olvidarme de donde estoy y a exclamar: “¡Debo sacar a Ángela del hospital!”. Lo hice un día de verano, con mi marido y mis hijos cenando en un mejicano. Ellos hablaban, reían, comían y se divertían, yo sentía el peso de la responsabilidad, necesitaba acabar con el capítulo que había dejado a medias y mi cabeza se dedicaba a continuar con la trama.
Nunca me ha disgustado esa dualidad de realidades que conviven en mi interior desde pequeña. Cuando me aconsejaban que no escribiera, que me olvidara de mi vena artística, inventaba las historias cada noche, justo antes de dormir. Las recreaba en mi mente como si se trataran de películas y me dormía con mis personajes vivos en la memoria.
¡Es emocionante dar vida a alguien imaginario! En mi caso incluso puedo asegurar que es sencillo. Cuando la inspiración no decide abandonarme me siento delante del ordenador y creo sin detenerme a pensar. Es como si todas las experiencias de mi vida se unieran a las ideas que he ido forjando acerca de un libro en concreto y se nutrieran de la investigación realizada sobre el tema y del conjunto de pensamientos acerca de la trama que me han invadido durante el día. Y sale así, sin más, sin necesidad de un esquema que me explique hacia adonde ir. Sencillamente me siento y dejo que fluya. Por eso mi escritura es un tanto desordenada dentro del orden. A medida que avanza la historia debo retroceder en los capítulos para adaptarlos a las nuevas ideas. Es entonces cuando me despierto a media noche con un pálpito y me anoto mentalmente en qué página hay una incongruencia.
0 comentarios: