Las continuaciones....
…La Luna de Ónixon se escribió prácticamente sola. Fue como si tantos años de castración vocacional eclosionaran de repente y me proporcionaran la energía suficiente como para ganar la batalla al tiempo y continuar cada día con la novela. Por aquel entonces tenía una niña de tres años, un niño de seis, un trabajo de media jornada en una de las tiendas de mis padres, llevaba la contabilidad de las tiendas y me ocupaba de la casa…. ¡Una vida ya llena de por sí de responsabilidades!
Sentía que debía continuar, que mi futuro estaba entre las palabras y los mundos paralelos que vomitaba en el papel sin tregua, como si fuera de ese papel todo dejara de cobrar sentido y sólo importaran los personajes, las emociones, la trama, la imaginación…. Dejé de dormir, porque mi cabeza se convirtió en una olla a presión de ideas que colapsaban la capacidad de conciliar el sueño.
Cuando acabé La Luna de Ónixon empecé Géminis. Había llevado el primer manuscrito a mi amigo de Planeta y me pasaba las horas enganchada al teléfono, esperando una llamada que me catapultara a la fama. ¡Era tan ingenua! Pensaba que todo lo necesario para llegar a mi meta era dejar fluir las palabras en el papel, entregarlas, y ya está.
El proceso de la escritura fue emocionante. A pesar del insomnio y de las múltiples responsabilidades que no dejé de acatar, inventar personajes, aventuras e historias era fascinante, como si unas cosquillas invadieran todo mi cuerpo y se precipitaran al cerebro, llenándolo de emociones intensas, proporcionándole el acceso a esas personas que había inventado y a sus mundos. Era como si al alargar la mano pudiera traspasar la barrera entre imaginación y realidad y viviera a caballo entre mis dos mundos.
Por eso cuando en Planeta me dijeron que debía aprender técnica no fui capaz de detenerme en Géminis para mirar atrás. Tenía la necesidad vital de continuar con El Secreto de Las Cuartetas, de dejar salir todo lo que llevaba gestándose tantos y tantos años antes de sentarme a mirar la realidad con la perspectiva que se merecía.
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