Los inicios.....
Siempre desee ser escritora. En mis noches infantiles, justa antes de dejarme llevar por Morfeo, soñaba despierta con dejar constancia de las ideas que copaban mi mente, de escribirlas en un papel, de que un cazatalentos de Hollywood me descubriera y las llevara al cine y yo firmaría un contrato por el que debía estar ahí y redactar el guión.
Durante años, en verano, me iba a la roca donde empieza una de mis novelas, El Secreto de las Cuartetas. Es una roca especial para mí, por eso en esa novela se la cedí a Marta Noguera, para que tuviera una conexión conmigo. Allí, sentada frente al mar de Calella de Palafrugell, escribía a hurtadillas en mi libreta Enri y dejaba bagar mi imaginación.
Todavía conservo algunos de los cuadernos, los guardo con celosía en uno de los cajones del despacho de casa y cuando flaqueo los leo para volver a ser aquella chiquilla ilusionada que no se atrevía a explicar sus aspiraciones. ¿Cómo iba a hacerlo? ¡Alguien como yo! ¡Con rasgos disléxicos! ¡Algo que hoy en día se llama disortografía! Mis cuadernos, mis trabajos, mis apuntes estaban colmados de faltas de ortografía. Cuando les insinuaba a mis profesoras mi deseo de ser escritora me aconsejaban con buenas palabras que abandonara, que me dedicara a las mates, que en esa asignatura siempre sacaba excelentes. Incluso recuerdo a una profesora que me dijo que yo era muy inteligente, pero que jamás conseguiría escribir nada sin una secretaria al lado.
Les hice caso, abandoné del todo mis ansias de dejar constancia escrita de los mundos que poblaban mi cabeza infantil y convivían conmigo, me dediqué a las mates. Pero no se puede luchar contra tu propia naturaleza, porque mi deseo de escribir seguía en mi interior dando guerra, inventando nuevas historias, ahogando mis estudios.
Uno de mis mundos imaginarios era Ónixon. Tengo muchas poesías de esas que escribí sentada en mi roca dirigidas a ese lugar imaginario. Cunado tenía treinta años, dos hijos y la vida encaminada empecé a ver una serie de televisión llamada Luna Negra, donde la protagonista escribía una novela y una parte de la trama giraba entorno a ella. Y yo ya no pude más, estallé, me revelé contra todo y dejé de mentirme a mi misma.
Durante cerca de medio año estudié ortografía con ahínco, como si me fuera la vida en ello. Al final me senté en el ordenador un día al mediodía y empecé a teclear. No se lo dije a nadie, ni siquiera a mi marido. La angustia me escalaba por el tubo gástrico y casi me impedía respirar ¿Acaso tendrían razón las profes y no valía? Lo primero que escribí fue el título: La Luna de Ónixon, luna por la serie que me había dado alas y Ónixon por mis juegos de infancia…..
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