Escribir, un extraña vocación...
¡Buenos días!
Hoy parece que no voy a poder tumbarme al sol con mi Kindle y disfrutar de unas
horitas tranquila en me pequeño jardín. El sol me aporta vitaminas, serenidad,
alegría, sonrisas y un montón de emociones positivas. ¡Es como si recargara las
pilas de la ilusión!
Escribir es
un proceso extraño, muchas veces me pregunto de dónde me viene esa necesidad de
contar historias, de permitir que unos personajes desconocidos cobren vida y se
trasladen al papel a través de las pulsaciones en el teclado…
Cuando
cualquier artista crea, su mente funciona de catalizador, inhibe las
percepciones exteriores y se sumerge en su mundo paralelo para plasmar ese otro
universo en su obra. Se nutre de sus experiencias personales, de sus lecturas,
de sus visitas a museos, de la realidad que lo envuelve, de la tele, el cine,
los ordenadores,… ¡Hay tantas influencias!
Caminar por
la calle puede convertirse en toda una aventura si quieres ver más allá de lo
que percibe tu vista. El andar de una persona te puede dar alguna pista acerca
de su carácter, la cara tensionada de alguien pie a una historia de enfados,
las lágrimas en un transeúnte una escena dramática, escuchar conversaciones
ajenas puede dotar de verosimilitud tus diálogos…
Vivencias,
niñez, observación, momentos y personas conforman un bagaje emocional que nos
ayuda a plasmar en una obra todos y cada uno de los retazos que nos convierten
en un ente pensante con recuerdos, anécdotas y mucho que contar.
Supe que
quería ser escritora desde que me dijeron que la única manera de vencer mis
limitaciones con la lecto-escritura era leer. En las páginas de los libros
encontraba algo que le faltaba a mi vida real, vivía en la piel de otros,
analizaba cada uno de los finales, sentía emociones intensas, momentos mágicos,
amores imposibles. Entendí enseguida que aquellas horas posteriores a la
lectura que dedicaba a cambiar la historia como a mí me gustaba, a recomponer
las partes del argumento que consideraba flojas o a diseccionar los manuscritos
ajenos era un grito de claridad en mi mente: yo quería ser la autora de
muchísimas novelas, quería que la gente vibrara con mis tramas y no dejar nada
al azar, construir mis propias historias, dotarlas de emoción y que ocuparan un
espacio en las estanterías.
Ese acto
consciente de saber qué quería en la vida fue una revelación. Tras veintiséis
entrevistas a escritores de diversas temáticas y ámbitos literarios me he
percatado de algo importante: cada uno de nosotros toma consciencia de su vocación
en instantes diferentes. Los hay que como yo lo supieron de pequeños, pero
también hay algunos a los que un hecho concreto les ha llevado por la senda de
la creatividad escrita.
Esa vocación
que nos impulsa a escribir, a contar, a estructurar, a pasarnos todas las horas
libres frente a una pantalla o un folio o una máquina de escribir para llenar
la blancura con palabras es algo mágico, un proceso mental complejo, uno que no
aleja muchísimas veces de la realidad y nos impulsa a viajar con la mente a
otros lugares lejanos e inaccesibles por nuestros seres queridos.
Por eso
decimos que escribir es una tarea solitaria, quizás por esa razón las horas en
las que escribo mejor son las que lo hago en silencio o en soledad, cuando
consigo aislarme en un reducto olvidado de mi existencia y aterrizo en la mente
de los personajes, en el ambiente cargado, tenso, feliz o ilusionado que los
envuelve, en sus palabras, en sus gestos, en sus deseos.
Recuerdo
cuando de pequeña me dedicaba a imaginar la vida de los escritores de éxito,
aquellos que llenaban mi cabeza con mundos imaginarios y me proporcionaban la
fuerza para encarar mi día a día. Para mi mente infantil eran personas
maravillosas, con un corazón inmenso y un deseo de ayudar a los demás que los
impulsaba a crear obras maravillosas. ¡Era una visión idealista de la realidad!
El idealismo
mueve mi vida. A pesar de que en el mundo real las personas buscan
constantemente dobles sentidos en las palabras o en los gestos de los demás. A
pesar de que en el mundo de la literatura muchas veces encuentras a personas dispuestas
a todo por mantener su lugar en la cima de las ventas, a pesar de enfrentarme a
muchas situaciones dolorosas y duras, sigo creyendo en esa buena fe que se
extrae de las páginas de La Luna de Ónixon, en esa bondad inherente a todo ser
humano que le proporciona un conato de ilusión.
Desear,
pensar, vivir y soñar son las bases de la quimérica felicidad que todos
buscamos durante años. Aunque hay instantes de dolor al descubrir la máscara
que ocultaba las verdaderas intenciones de alguien a quien apreciabas o enfrentarse
a una realidad que no has visto porque en tu interior no cabe esa posibilidad.
Quiero,
deseo, vivo y anhelo que disfrutéis con mis palabras, con mis frases, con mis
tramas. ¡La vida hay que vivirla a tope! ¡Exprimir cada momento con energía!
¡Traspasar los límites que nos retienen en un lugar para llegar a la cima!
¡Me voy a
vivir mi día a tope! ¡Feliz domingo! J
Desde luego que por este lado puedo asegurarte que disfruto con todo lo tuyo. El comenzar la mañana con tu nueva entrada y tus buenos días en Twutter ya es algo que sigue al café y el cigarrillo nada más levantarme.
ResponderEliminarLo disfruto porque es un chute de optimismo y jovialidad.
Feliz domingo.
¡Pues besos, abrazos y una dosis de optimismo para ti! BESOSSSS
EliminarDesde luego los que estudiamos económicas, con ese otro yo interior que deseaba crear obras de literatura no cejamos en nuestro intento nunca. Me encanta que exista gente que a pesar de la crisis y los pesares que inventemos quiera publicar. Te invito a pasar por mi blog http://elhpc.blogspot.com.es/ donde pasan cosas parecidas y quiero al menos ahora escuchar opiniones.
ResponderEliminar¡Un gran blog! En cuanto tenga un poquito de tiempo te doy opiniones, ¿vale? ¡Feliz día!
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