Madurar...
¡Buenos días! El sol no aparece
por mi ventana, aunque el día es largo y las posibilidades de que se asome por
el horizonte son altas. ¡Así que esperaré paciente para tumbarme bajo sus rayos
y permitir que mi imaginación me lleve a lugares lejanos e insospechados!
El tiempo avanza tan rápido que
muchas veces no contamos con tiempo de detenernos y mirar la senda recorrida.
Caminamos hacia delante sin pensar en el pasado más que con nostalgia y no nos
percatamos de que muchos de nuestros pasos nos acercan a un ahora distinto a
los anteriores.
Madurar es algo difícil, a veces
nos cuesta la ingenuidad y los sueños, otras la terquedad de la adolescencia y muchas
otras nos aporta una nueva visión del mundo, demasiado alejada del pasado como
para reconocernos en él.
Los cambios son inevitables, el entorno
evoluciona y cada uno de mostros debe encontrar un sitio en él. Y hay sueños,
ideales, ambiciones y anhelos que se quedan atrás, atascados en una mente
pueril del pasado que no se parece en nada a la actual.
Madurar a veces duele, otras ayuda
a descubrir la fortaleza suficiente como para continuar caminando sin
desfallecer, algunas cambia a las personas y les descubre que han vivido el
espejismo de estar en la cima, pero que en la vida real su lugar es otro.
Nunca sabemos cuáles serán los
cambios experimentados en nuestras personalidades a la hora de alcanzar la edad
adulta ni imaginamos qué lugar vamos a ocupar en la escala de la vida, pero en
la adolescencia todo duele, todo emociona y todo nos convierte en luchadores
por causas de lo más dispares.
Al crecer arrinconamos en un
lugar lejano las experiencias que conforman nuestro ahora, unas experiencias
que nos llenan de riqueza, de recuerdos, de momentos, de mecha para nuestra
entrada en la edad adulta.
Aunque no seamos conscientes de
la realidad del pasado, muchas veces nos encontramos que los malos momentos no
superados nos obligan a comportarnos de una manera determinada o que las
ilusiones pasadas se desdibujan ante unas nuevas expectativas.
Luchar por seguir la estela de tus esperanzas
puede convertirse en un camino lleno de zarzas que te arañan la piel en cada
recodo, puede llevarte a sufrir, a llorar o a ilusionarte con cada hito
conseguido.
Hay momentos para batallar con
todas tus fuerzas, para vencer tus limitaciones, para darlo todo. Y hay
instantes en los que debes detener tu engranaje y recalibrar tus aspiraciones
para adaptarlas a la realidad que te envuelve.
Mi
proceso de madurar fue doloroso, nunca fui una niña convencional y mi desbordante
imaginación me convirtió en alguien diferente, con sentimientos demasiado
intensos como para comprenderlos y deseos desorbitados que me llevaron a
lugares equivocados.
Pero maduré. Y cambié mi manera
de ver, de comportarme, de mostrar mis sentimientos y de interactuar con los
demás. No fue un camino fácil ni agradable, siempre me mantuve fiel a mis
principios y los ideales de la niñez me acompañaron en todo momento.
Mis profesores sentenciaron que
jamás lograría escribir una hoja sin faltas ni coherencia, la dislexia era una
traba demasiado intrincada como para vencerla. Dijeron que a pesar de ser
inteligente no podría sacarme una carrera ni mucho menos dedicarme a la
escritura.
Durante años esa lacra me
acompañó, impidiéndome escribir sin sentir el peso de las sentencias, sin
pensar que cada frase estaba plagada de faltas e incongruencias, que mi gramática
era detestable y que mi sueño de ser escritora no era más que una quimera
inalcanzable.
Con fuerza,
perseverancia y mucha constancia logré terminar una carrera, escribir siete
novelas, trabajar ocho horas fuera de casa, construir un hogar y vivir con
ilusión. No fue fácil, la dislexia sigue ahí, todavía siento sudores fríos
cuando he de escribir con el bolígrafo y sin corrector, tembleques cuando me
veo frente a la pantalla del móvil para enviar un mensaje y no acabo de
recordar las normas ortográficas que tardé un año de mi vida adulta en
aprenderme de memoria,… ¡Pero aquí estoy! ¡Escribiendo cada mañana y soñando!
Aunque ahora veo el cambio de rumbo…
¡Feliz día!
¡Joerrrrrrrrrrrrrrrrr!
ResponderEliminar¡Pues vaya con tus profesores: no dieron una!
¡FELICIDADES por tus logros, por tu perseverancia, por tu alegría...!
Un muy feliz domingo y ojalá salga el sol y puedas tumbarte bajo él.
¡Eso mismo digo yo! Jajajajaja, aunque ahora falta ver qué pasa en el futuro,¿no?
Eliminar¡BESOS enormes y feliz domingo!!!
El futuro tiene una pinta prometedora, ¿qué no? ;-)
EliminarYa te contaré... En cuanto al sol, ¡chungo! BESOSSS
Eliminar:)
ResponderEliminarBon dia guapa!!!!
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