¡Ahora vivo!
¡Buenos días! Martes, gris, oscuro y un poco triste. ¡Suerte que
mi corazón ríe! A pesar de los pesares estoy feliz. Feliz por tener una vida
tranquila, feliz por tener a mis hijos, feliz por tener trabajo, feliz por
tener una gran familia y feliz por tener un nuevo horario. ¡Así que gracias
Cosmos por darme todo esto!
Así deberíamos empezar cada día, ¿no creéis? Es necesario que nos
demos cuenta de todo lo maravilloso que tenemos y de lo que disfrutamos en vez
de darse cuenta de lo que no tenemos y nos sentamos desgraciados por ello.
Ayer tomé un café con Julia Siles, una escritora que conocí en la
red y ha conseguido publicar su primer libro, en un par de meses saldrá a la
venta. ¡Y fue un café muy agradable!
Parece mentira que el esfuerzo de levantarme tan pronto para
escribir estas líneas me de tantas emociones. He conocido gente maravillosa, he
disfrutado de días agradables, de momentos álgidos y de muchas sonrisas.
También he pasado mis momentos bajos, no todo es de color de rosa
y hay instantes en los que tirarías el ordenador al mar, pero la vida sigue y
hay que continuar buscando razones para sonreír.
Mi vida como escritora no es lo que yo soñaba de pequeña estirada
en mi cama a oscuras. El insomnio me acompaña desde que era un bebé, así que de
niña, cuando me metía en la cama y debía apagar la luz, combatía esa realidad
inventándome historias, preparándome para un futuro maravilloso y pintando de
colores mi realidad futura.
Con los años esa visión se difuminó entre negaciones de las
profesoras, la dislexia, mi manera insólita de afrontar las situaciones y mi
intenso deseo de contar, narrar, explicar, compartir vivencias.
Y no, ser escritora no se parece en nada a esos sueños infantiles
donde todo era un cúmulo de sensaciones intensas que me transportaba a mi
precioso y estimado mundo paralelo, un mundo donde Ónixon cobraba vida, donde
mi roca de Calella de Palafrugell se convertía en mi refugio privado, donde no
existían las faltas de ortografía ni mis dificultades con la gramática ni el
resto del mundo. Sólo estaba yo, mis sueños y mis ilusiones.
Cuando un día vencí la barrera de las negaciones, de aquellas
palabras hirientes y desalentadoras de mis profesores, y me propuse superar
todos los escollos para alcanzar mis metas, pensaba que todo sería fácil y
tranquilo, escribir y publicar y ser lo que deseaba.
La vida te pone en tu sitio muchas veces y te muestra una realidad
distinta a la que ven tus expectativas. Escribir fue un cúmulo de sensaciones
increíbles, durante dos años y medio me pasé todas y cada una de las horas del
día hilvanando, pensando, creando… Tenía dos hijos muy pequeños, un trabajo, la
casa, el gimnasio,… ¡Pero escribía a cada instante libre! ¡Las tramas se
formaban en mi cabeza como laberintos intrincados que necesitan encontrar la
salida! Y escriba, escribía, escribía.
Intensa, así definiría esa etapa de mi vida. Escribí tres novelas
en dos años y medio. Las dos primeras fueron La Luna de Ónixon y Géminis, de
una extensión cercana a 161 folios (unas 373 páginas), la tercera El Secreto de
las Cuartetas, más larga, más extensa, más documentada…
Pero el publicar y ya no vino. No llegaron el resto de mis
ensoñaciones infantiles y empezó una montaña rusa de sensaciones. Tan pronto
estaba en la cúspide como bajaba en picado, Hice valorar las novelas por unos
críticos y me advirtieron de que debía aprender técnica. Y me puse a ello,
cuando inicio un camino rara vez me doy por vencida.
Encontré a mi agente y trabajé duro, muy duro. Leí, subrayé,
escuché, aprendí, analicé, reescribí, reestructuré,… Y empezó el estado de
agitación, de ansiedad, de espera, de desazón. Lo daba todo durante días,
semanas y meses, pero las respuestas a mis mails no llegaban, el ansiado
contrato se perdía entre horas de teléfonos silenciosos, mails vacíos y cartas
ausentes. Y yo me ofusqué, me interné en una espiral de tensión, de anhelo, de
expectativas frustradas que se redificaban cuando me llegaba una palabra de
aliento.
Siempre creí que una agente era una amiga, una persona que está
ahí, que te ayuda a superarte y que te acompaña en el camino. Pero mi realidad
es otra y debo aceptarla. He publicado en Amazon, he sentido la alegría de las
ventas, el cariño de algunos lectores y la cercanía de nuevos compañeros de
viaje. ¡Y doy las gracias al Cosmos por todo ello!
La ansiedad, la angustia y la desesperación se han fundido en la
nada. Ahora ya no espero, ya no anhelo, ya no sueño, ¡ahora vivo!
¡Feliz día!
¡A vivir! Feliz martes :-)
ResponderEliminar:-)))
EliminarQuerida Pat, imposible decirlo mejor.¡Aquí y ahora!Puro presente. Agradecida a la vida.
ResponderEliminarMuchos budistas tienen en sus casas campanitas, y cuando pasan junto a ellas las tocan para recordar, para no olvidar que están vivos, que ese segundo es valioso, es intenso, es único.
Gracias por tus palabras, Pat.
¡Pues habrá que comprar campanas!! ¡Besos Pilar!!
EliminarDesde mi perspectiva has cumplido tus sueños, te has superado a ti misma y has llegado a la meta. Creo que a veces nos exigimos demasiado, y nos auto boicoteamos al no ver los logros realizados..... Lo importante es ser feliz!
ResponderEliminarEn el fondo tienes razón, he superado mis limitaciones y he conseguido hacer lo que muchos dijeron que era imposible: escribir.
Eliminar¡BESOS guapa!!!