Palabras
¡Buenos
días! El sol parece que quiere salir para iluminarme el lunes. Estoy contenta,
dos días en la montaña me han servido para desconectar y no pensar en las mil
cosas que tengo sobre la mesa del despacho.
El
sábado nos cayó una nevada increíble y preciosa, con copos enormes que se
posaban sobre el monte. Desde mi sillón los observaba y me imaginaba
correteando por un prado blanco, con la tranquilidad y la emoción acompañándome.
De
pequeña pensaba que los escritores eran personas distintas a la mayoría, con un
mundo interior rico en historias y poca sociabilidad. Recuerdo que las
películas sobre ellos daban una imagen de aislamiento para inspirarse y de
personalidades dispares y extrañas.
Es
cierto que soy un poco autista en el deseo de salir de casa los fines de
semana, me gusta quedarme en la cama hasta bien entrada la mañana, con el
ordenador en el regazo, dándole vida a mis mundos paralelos, y encontrar horas
durante la tarde para continuar fantaseando. Pero tampoco soy como me pensaba,
tengo otras distracciones, una familia, un trabajo, unas responsabilidades… Y,
aunque parezca imposible, soy una persona recta y estructurada, con la vida
encuadrada en un esquema bien definido.
Lo que
me acerca a esa imagen preconcebida del escritor aislado es la facilidad con la
que encuentro las palabras en la montaña. El clima, la chimenea, el sosiego, el
silencio… Son características del lugar que me ayudan a crear miles de
historias con una facilidad pasmosa.
He
de admitir que tengo esa facultad, que me es muy fácil darle forma a las tramas
en el papel, lo único que necesito es una conexión con los personajes y una
idea que me haga vibrar. En un año y un mes he terminado cuatro novelas, con
cada una he superado el récord de tiempo y al releerlas me gusta el resultado.
En
este instante de mi vida me da igual si a otras personas les apasionan mis
manuscritos, lo que realmente me importa es disfrutar con mi trabajo no
remunerado, ser feliz con las ideas locas que se me ocurren, crear laberintos intrincados
que solo yo puedo terminar, navegar dentro de las historias, otorgarles un
sitio privilegiado a mis ideas…
Recuerdo
cuando pensaba que esta capacidad era una maldición, cuando buscaba la manera
de renunciar a mis sueños sin destrozar mi autoestima, de encarar la
frustración de no publicar… Ahora me parece increíble que sintiera así, porque
lo realmente extraordinario es mantener la llama de la ilusión mientras tejo
las novelas.
EDP
está a puntito de caramelo para salir hacia las lectoras beta… Un par o tres de días más para una segunda vuelta y le daré a
enviar…
¡Feliz
día! J
Se supone que un escritor tiene que tener facilidad de palabras, básicamente para escribir, se entiende; pero cuando la prodigalidad de ese talento se manifiesta como una incontrolable incontinencia verbal que, mana casi de manera involuntaria en forma de una torrencial lluvia de palabras que, en tiempo récord, rebalsa la capacidad de varios libros,¿no estaríamos hablando de un caso de creación artística compulsiva?
ResponderEliminarJajaja, pues podría tratarse de eso… :-)
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