Palabras

7:07 Pat Casalà 2 Comments

     ¡Buenos días! El sol parece que quiere salir para iluminarme el lunes. Estoy contenta, dos días en la montaña me han servido para desconectar y no pensar en las mil cosas que tengo sobre la mesa del despacho.
       El sábado nos cayó una nevada increíble y preciosa, con copos enormes que se posaban sobre el monte. Desde mi sillón los observaba y me imaginaba correteando por un prado blanco, con la tranquilidad y la emoción acompañándome.
       De pequeña pensaba que los escritores eran personas distintas a la mayoría, con un mundo interior rico en historias y poca sociabilidad. Recuerdo que las películas sobre ellos daban una imagen de aislamiento para inspirarse y de personalidades dispares y extrañas.
     Es cierto que soy un poco autista en el deseo de salir de casa los fines de semana, me gusta quedarme en la cama hasta bien entrada la mañana, con el ordenador en el regazo, dándole vida a mis mundos paralelos, y encontrar horas durante la tarde para continuar fantaseando. Pero tampoco soy como me pensaba, tengo otras distracciones, una familia, un trabajo, unas responsabilidades… Y, aunque parezca imposible, soy una persona recta y estructurada, con la vida encuadrada en un esquema bien definido.
       Lo que me acerca a esa imagen preconcebida del escritor aislado es la facilidad con la que encuentro las palabras en la montaña. El clima, la chimenea, el sosiego, el silencio… Son características del lugar que me ayudan a crear miles de historias con una facilidad pasmosa.
     He de admitir que tengo esa facultad, que me es muy fácil darle forma a las tramas en el papel, lo único que necesito es una conexión con los personajes y una idea que me haga vibrar. En un año y un mes he terminado cuatro novelas, con cada una he superado el récord de tiempo y al releerlas me gusta el resultado.
     En este instante de mi vida me da igual si a otras personas les apasionan mis manuscritos, lo que realmente me importa es disfrutar con mi trabajo no remunerado, ser feliz con las ideas locas que se me ocurren, crear laberintos intrincados que solo yo puedo terminar, navegar dentro de las historias, otorgarles un sitio privilegiado a mis ideas…
   Recuerdo cuando pensaba que esta capacidad era una maldición, cuando buscaba la manera de renunciar a mis sueños sin destrozar mi autoestima, de encarar la frustración de no publicar… Ahora me parece increíble que sintiera así, porque lo realmente extraordinario es mantener la llama de la ilusión mientras tejo las novelas.
     EDP está a puntito de caramelo para salir hacia las lectoras beta… Un par o tres de días más para una segunda vuelta y le daré a enviar…

     ¡Feliz día! J

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2 comentarios:

  1. Se supone que un escritor tiene que tener facilidad de palabras, básicamente para escribir, se entiende; pero cuando la prodigalidad de ese talento se manifiesta como una incontrolable incontinencia verbal que, mana casi de manera involuntaria en forma de una torrencial lluvia de palabras que, en tiempo récord, rebalsa la capacidad de varios libros,¿no estaríamos hablando de un caso de creación artística compulsiva?

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