La soledad
¡Buenos días! Sigue el
clima primaveral… ¡Qué ilusión me hace mirar por la ventana y descubrir el
cielo iluminado por un sol intenso! En los días claros el sonido del silencio
es distinto, como si los rayos solares consiguieran transmitirle su paz.
Incluso los olores son serenos…
Mi mente funciona con
energía solar, cuando absorbe una gran cantidad de ella se interna en
maravillosas historias con giros inesperados y sensaciones excitantes. En
cambio, con la lluvia y el mal tiempo se queda inerte, sin ideas, yermo de
tramas interesantes.
De pequeña idealizaba la
figura del escritor. Para mí era una persona solitaria que se encerraba en su
estudio al margen de la vida cotidiana para llevar a su mente a hilvanar las
mil novelas que le ametrallaban durante las noches en una cabaña perdida en
algún lugar aislado.
Me imaginaba a mí misma en un
salón con chimenea, calentándome las manos antes de lanzarme a escribir a la
antigua una historia. Lo hacía con mi pluma granate, aquella que mi padre me
regaló a los once años y que acabé perdiendo cuando aparecieron los
ordenadores.
A medida que los años
avanzan descubro cuán alejada estaba esa imagen de la realidad. Para mí los
escritores publicados eran personas increíbles que estaban por encima de las
normales. Tenían la capacidad de llegar al público, de compartir con él sus
ideas, de pasarse el día inmersos en los manuscritos que no paraban de crear.
He de admitir que la
soledad y el aislamiento mejoran notablemente la inspiración. Hace años lo
experimenté mientras escribía El Secreto
de los Cristales y el final de La
Baraja unos meses de julio en mi casa de la montaña. Entonces todavía creía
que era posible dedicarme únicamente a escribir.
Esos días de dedicación
exclusiva a las letras, con mis hijos en el casal de Llívia durante cuatro
horas al día y las tardes en la riba del río aporreando las teclas con frenesí,
descubrí el poder de la soledad, de la naturaleza, de la serenidad que aporta
un lugar lleno de parajes increíbles y sin demasiadas obligaciones.
Durante años creí que esa
soledad inherente al acto creativo era una lacra. A veces pensaba que mi
familia no me entendía o no me escuchaba lo suficiente. Ahora valoro
positivamente la libertad que me otorga el sentarme frente a la pantalla y
permitirle a mi mente hilvanar historias. Ya no pesa estar sola ante los manuscritos,
lo disfruto, es parte de la esencia de crear.
Ayer me propusieron que
reactivara mi lucha en los medios para vender novelas, que buscara la manera de
regresar a la idea de vivir de las letras. Sé que debería escuchar, que cuando El Secreto de las Cuartetas sea una
realidad en papel deberé esforzarme por reactivar las acciones de marketing,
pero antes de nada he de calibrar el efecto en mi psique de esa acción. Con lo
tranquila y feliz que estoy ahora…
¡Feliz día! J
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