Rosa pastel
¡Buenos días! La lluvia no cesa, parece mentira que pueda caer
tantísima agua… Ayer por poco no me voy a la clase de baile, tenía miedo de
mojarme, ¡suerte que mi amiga Dolors me dio un empujoncito! Y valió la pena subirme
a la moto capeando el temporal. ¡Fue una clase fantástica!
No lo puedo evitar, los días grises me apagan llenándome de
melancolía. Hoy me he despertado con los recuerdos de otras épocas, dándome
cuenta de que el tiempo pasa demasiado rápido, sin que pueda retenerlo a mi
vera. Cada lunes pienso que empezamos una nueva semana y el viernes miro atrás
con la sensación de que no he tenido tiempo ni de respirar.
Los sueños de infancia son mágicos, cuando eres pequeña te parece
que cualquier cosa es posible, que si te empeñas en trabajar constantemente en
algo alcanzarás las metas trazadas con una facilidad pasmosa.
Me recuerdo sentada en mi roca de Calella de Palafrugell, aquella
que le cedí amablemente a Marta Noguera en El
Secreto de las Cuartetas, con la mirada puesta en la superficie ondulante del
mar, sintiendo que llegaba mi oportunidad, que podría vencer las barreras del tiempo
y convertirme en una escritora famosa.
Mi imaginación desbordante me traía ideas locas, delineaba
perfectamente dónde quería llegar y cuánto estaba dispuesta a luchar por ello.
Sonrío al descubrir mis anhelos, mis emociones, la manera idílica en la que
vislumbraba el futuro.
Mis historias de entonces eran de amor incondicional y de
ciencia-ficción. Me encantaban los finales felices, las parejas que se enamoraban
apasionadamente, los amores intensos… ¡Qué bonito era! Cuando me metía en la
cama dibujaba un príncipe azul a lomos de su caballo o recreaba instantes
felices junto a alguien.
Entonces pensaba que me dedicaría a escribir novelas románticas,
pero mi cabeza tenía otra intención. Hasta ahora mis manuscritos se nutrían de
crímenes, fantasía, aventura… He pasado por varios géneros: ciencia-ficción, intriga
fantástica, intriga científica, policíaco, Yuong-Adult…
Esta vez necesitaba cambiar de registro, dedicarme a novelar por
fin aquellas historias romanticonas que me inundaban de pequeña… DUO nació de
una manera distinta a cómo se está gestando, era algo diferente, pero con
trasfondo amoroso… Y he de admitir que de momento es rosa, pastel, de romance…
A ver dónde me lleva la siguiente parte, mis propósitos son tan exigentes…
¿Qué sueños tenías de niños? ¿Se han hecho realidad?
¡Feliz día! J
pues.... no!
ResponderEliminarTodavía hay tiempo... :-) ¡Nunca dejes de soñar!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa verdad es que en mi caso, desde mi más tierna infancia me vi atraido por el mundo de la construcción. Recuerdo que cuando los profesores nos preguntaban qué queríamos ser de mayores, siempre respondí que albañil. Muchos fueron los niños que se reian de mi por conformarme con tan poco; pero la verdad es que nunca me importó, ya que para mí era un sueño y hasta hace bien poco he venido haciendo frente a la vida gracias a esa noble y menospreciada profesión. Soy de las pocas personas que no sobreestimamos al verdadero culpable de la situación actual por la que atraviesa en mundo en general. Sé que difícil de creer; pero hay cosas que simplemente son así: la verdadera esencia de la vida se halla entre las cosas más sencillas...
ResponderEliminarAquellos que dijeron que querian ser médicos, abogados... al menos los de mi clase no lo consiguieron: me imagino que con el tiempo se habrán dado cuenta de que en la vida no solo depende de lo que uno quiera, sino más bien de la experiencia y habilidades que uno pueda ir adquiriendo a través de los planteamientos y adversidades que en esta te puedan surgir.
Todos los sueños son nobles y fantásticos. Cuando a una persona le gusta su trabajo da igual cuál sea, lo importante es que le hace feliz. ¡Un abrazo! :-)
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