¡He vuelto!
¡Buenos días! Por fin me veo
capaz de reabrir el blog, a pesar de las mil tareas pendientes en la oficina y
de los flecos que quedan para cerrar el ejercicio anterior de las siete
entidades que llevo, quiero y deseo escribir cada mañana, encontrarle un hueco
a estas letras y compartirlas con vosotros.
Me he pasado el fin de semana en
Grandvalira, con un frío glacial y una nieve excepcional. Necesitaba
desconectar, dejar a un lado el estrés y dedicarme a descansar la mente. Hay
tantísimas cosas pendientes que se me hace complicado no pensar en ellas
durante los días de asueto.
Peco de ser demasiado perfeccionista,
por eso cuando algo no sale como lo espero me fustigo en silencio. Me faltarían
muchísimas horas para terminar de cuadrar todo lo que queda en el tintero y un
sinfín de días para arreglar algunas cosas, pero como no los hay debo aprender a
delegar a pesar de perder el control sobre las tareas menores y a buscar
métodos para cerciorarme de que se realizan como es debido.
He decidido no quedarme más días sin
escribir en el blog, es parte de mi rutina, una que no quiero perder. Las
esperanzas vienen y van, la posibilidad de ver mis libros editados en papel es
una efímera ilusión que a veces aparece para desvanecerse enseguida en el
olvido, la nueva novela la escribo a trompicones, sin la continuidad de antaño
y el trabajo consume por completo mi serenidad, así que este rinconcito
apartado de la bloggosfera consigue
alejarme de la realidad durante unos minutos diarios.
Tras un intenso fin de semana en
la nieve, con unas bajadas increíbles y la sensación plena de libertad que
otorga la montaña, me despierto sin ganas de levantarme, como si la perspectiva
de un día entero de trabajo se me antojara dura. Lo bueno es que en pocas horas
estaré tan ocupada que apenas tendré tiempo de respirar.
A veces me gustaría levantarme
más tarde, con la única obligación de teclear en el ordenador durante la
mañana, tapada con el nórdico, acompañada de los melodiosos cantos de los
pájaros, con la tranquilidad de saber que ahí fuera desean leer mis palabras.
Aixxxxxxxxxx, ¡qué bonito sería!
Ahora mismo me toca regresar a la realidad, sonreír y pensar que por suerte
tengo un trabajo al que acudir, una familia con la que compartir momentos y un
ordenador que almacena mis novelas como si se trataran de un tesoro.
¡Feliz día! J
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