Un mundo ideal
¡Buenos días! Aixxxxxxxxxx, me
despierto llena de ideas, ilusiones y tramas interesantes para hilvanar en el
papel. Hacía tanto que no leía… Me cuesta muchísimo compatibilizar el tiempo
para escribir y la lectura no encuentra un hueco entre la vorágine de mi vida
actual.
No me gusta demasiado la prosa de
este libro, se me hace tremendamente repetitivo y me cuesta entrar en algunos
momentos, pero me gusta leer, a pesar de la distancia de la última novela que
devoré.
Ayer me pasé cuatro horas
enganchada al Kindle, con una vocecita terca en mi mente que insistía con un
mantra: «escribe, tienes que escribir tus ideas». Quería hacerlo, necesitaba
encontrar el momento, proseguir con la historia de Bruno y Aurora, sin embargo
también anhelaba leer.
Al irme a la cama recordé con
nostalgia los dos julios que pasé en mi casa de la Cerdanya… Entonces mis
ocupaciones eran simples: llevar a los niños al casal, escribir durante cinco
horas, recogerlos del casal, comer, ir a la piscina a tumbarme en la hamaca con
un buen libro, regresar a casa, acompañarles al parque de Llívia cargada con mi
portátil para aporrear las teclas sentada en la riba del río, regresar a casa y
estirarme en la tumbona del jardín a continuar leyendo. Luego a cenar, a dormir
y vuelta a empezar.
Suspiro ahogado, sonrisa y otro
suspiro. El primer julio escribí casi la totalidad de El Secreto de los Cristales. Me recuerdo con instantes de
inspiración absolutamente productivos, con la necesidad imperiosa en algunas
ocasiones de subirme al coche para conducir hasta la caseta de bomberos, un lugar
donde con el USB de Movistar conseguía rastrear la red en busca de
documentación para la novela.
Uffff, era de ensueño…
El segundo julio acabé tres
cuartas partes de La Baraja, una de
mis novelas favoritas. Los días apenas se escurrían entre ideas, tramas,
personajes. Vivía inmersa en la historia, me despertaba en mitad de la noche
con escenas para añadir, encontrando un hilo perdido o una carencia en la
trama.
A veces, cuando tengo unos
instantes para soñar despierta, me imagino con una vida así. Escribir, leer,
cocinar, escribir, leer, dormir… Suspiro extenso. Ese sería mi mundo ideal, mi
vida deseada, el lugar donde morarían mis ilusiones. Esos dos meses de julo
fueron mágicos, con unas emociones difíciles de transmitir y la certeza de que
la vida sería perfecta con las únicas obligaciones diarias de leer y escribir.
Vuelta a la vida real… ¡Cómo
cuesta! Hoy me hubiera quedado dentro de la cama, arrebujada con el nórdico,
terminando la lectura y escribiendo hasta la una, envuelta en el misterio de la
trama… Suspiro … Vale, me voy a la ducha, a ver si el agua consigue alejar las
ensoñaciones románticas… Sería tan bonito…
¡Feliz día! J
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