Butterfly Santuary (Siquijor)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hoy mi hija cumple diecisiete años y a mí me invade una extraña nostalgia porque me doy cuenta de cómo pasa el tiempo, de lo mucho que ha cambiado mi vida desde cuando la llevaba en la barriga, de la maravillosa familia que hemos construido entre los cuatro y de cada una de las decisión tomadas en las curvas de un camino empinado.
Hay instantes en los que un hecho significativo me hace detenerme para echar la vista atrás y descubrir la felicidad de cada instante, dándome cuenta de mi suerte sin dejar de sonreír.


Voy a volver a Filipinas, a cuando nos subimos a las motos para recorrer la isla hacia las montañas. Era una carretera solitaria, casi ausente de personas. Se enfilaba hacia la cima con curvas largas. El calor era tan sofocante que apenas me confortaba la brisa de la marcha. Y el rugido de la naturaleza se empeñaba con el motor, pero era casi silencioso, lleno de notas de vida.
Es extraño, en Filipinas se ven muy pocas aves y los monos, tan abundantes en Asia, apenas cubren las largas extensiones llenas de árboles y matorrales selváticos.
Tardamos un poco en llegar al Butterfly Sanctuary, un lugar perdido en las montañas donde hay muchísimas mariposas volando dentro de un recinto vallado para retenerlas. Es un jardín inmenso, en él nos deleitamos con otros insectos, incluso con los gusanos y las crisálidas que pronto eclosionarían en estos maravillosos insectos alados.


Pagamos para entrar y, al igual que en la carretera, disfrutamos en soledad de ese santuario.
Al regresar a la moto decidimos conducir hasta un mirador en la montaña. Llegamos tras perdernos un par de veces. Estábamos en la cima, rodeados de musgo en el suelo, con las ramas de los árboles tapando el sol, acompañados del silencio. Dejamos las motos y nos acercamos a los escalones… ¡Había ciento setenta o así! Empezamos a subir hasta llegar a lo alto, donde había que ascender a una torre de metal. La verdad es que fue un chasco porque apenas se veía nada.
Un par de rayos surcaron el cielo, anunciando tormenta. Era tarde, habíamos visto la mayoría de cosas que deseábamos y, aunque nos quedaban las cuevas, la lluvia empezó a repiquetear en el suelo para advertirnos de la necesidad de regresar.


Pusimos rumbo al hotel para darle algún antiinflamatorio a Irene, ponerle uno tópico en el pie y descansar unos instantes. A mitad de camino la llovizna arreció, convirtiéndose en un aguacero. Mis hijos decidieron seguir hacia el hotel, mi marido y yo fuimos a contratar un par de inmersiones para el día siguiente.
Llegamos completamente empapados al centro de buceo que habíamos encontrado gracias a Trip Advisor, el Sea Pearl Divers, un sitio que resultó un hallazgo increíble. Entramos chorreando, pero nos atendieron increíblemente bien. Y al salir volvimos a la tormenta, a empaparnos rumbo al Coco Grove Beachresort para reservar una excursión a Apo Island, la isla de las tortugas para dos días después…

¡Feliz día! J

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