En el taxi (la trama 9)

7:46 Pat Casalà 2 Comments

            ¡Buenos días! Mientras el reloj me acerca al día en el que empezaré las vacaciones y los días se suceden con la ilusión de poder pasar unas semanas con los míos, sin otra obligación que tomar el sol, caminar por la arena y luego disfrutar de las montañas, casi me cuesta más escribir un poquito aquí cada día. Aunque como mi cabeza decide seguir despertándome de madrugada tengo tanto tiempo para pensar en la entrada que al final no me queda otro remedio que escribirla.
            ¿Qué os parece el relato que hemos escrito hasta ahora? A mí me da la sensación de que con tanto giro está un poco desordenado, pero de eso se trata, ¿no? Es una experiencia distinta a otras, y me gusta. Casi es un reto para mí englobar los comentarios que me hacéis en la trama y darles consistencia, así tengo un punto al que ir. ¡Así que seguid comentando!
            José Antonio apuntó a la necesidad de que encontrara títulos para las entradas y que prescindiera de los números romanos. Le he dado vueltas y he decidido que haré las dos cosas, titularé las entradas, pero no renunciaré a poner el número de seguimiento de la trama. Hay gente que lee el blog una o dos veces por semana y necesita una pauta para saber el orden a seguir, así que esta vez sólo haré caso a medias, lo siento.
            …Dejamos a Sara en un taxi con destino al barrio gótico de Barcelona. La sensación de estar luchando contra la mirada que la acosa en la oscuridad le ha dejado un regusto nervioso en su interior, siente como si todos los sistemas de su cuerpo estuvieran alerta, en guardia, atentos a cualquier indicio de que el hombre misterioso que estaba con Úrsula logra llegar a ella.
            Son las doce y media de la noche de un martes de principios de diciembre. Las calles están desiertas de coches. Un frío glacial se ha apoderado de la ciudad condal, el viento azota a los pocos transeúntes que se atreven a desafiar la gélida atmósfera para caminar con los abrigos arrebujados por el exterior. En las caras enrojecidas de una pareja que espera en un semáforo Sara lee las huellas de una pelea. Siente la rabia de la chica y la ira en él. Es como si pudiera leer en ellos. Cuando el taxi se pone en marcha de nuevo se pierde esa conexión, pero entonces, en medio de un monólogo del taxista, penetra lentamente en sus pensamientos, va leyéndole la mente, descubriendo sus recuerdos y destapando sus más íntimos secretos.
            Cierra los ojos con fuerza e intenta por todos los medios a su alcance deshacerse de esa extraña sensación de que está dentro de la mente del taxista. Su cuerpo sigue alerta, en guardia y no es capaz de dominarlo. A medida que lee en el hombre, Sara siente la presencia del hombre de las escaleras en el interior de aquella mente. Unos labios se perfilan de repente, con una sonrisa irónica, y le susurran unas palabras; “te encontré”
            Cuando llega a su destino, a dos bocacalles del bar donde ha quedado con Ignacio, paga la carrera y se baja del taxi de un salto, con la necesidad de escapar, de olvidar lo que le acaba de suceder, de librarse de los pensamientos del conductor.
            Una ráfaga de aire gélido le abofetea la cara. Se enguanta las manos y se envuelve con la parka de nylon negra, larga hasta los tobillos,que llevaba ocho meses acumulando polvo en el armario perchero. La calle está desierta. Sus pasos resuenan cada vez que las manoletinas de piel negra impactan contra el suelo adoquinado de la parte antigua de la ciudad.
            La respiración se le acelera de repente, cuando otras pisadas empiezan a oírse a su espalda. Son largas, poderosas, rápidas. En ellas siente la amenaza del hombre de la escalera, llevan su firma, sus ojos clavados en la espesura de la noche, fijos en ella, convocándola en la distancia. Sara aprieta el paso, traga saliva e intenta por todos los medios a su alcance deshacerse de los roncos jadeos que se le escapan por la garganta. Los pasos se acercan cada vez más, la acosan, la persiguen.
            Ella empieza a escuchar unas palabras claras que se le introducen dentro del cerebro como si fueran dagas mortíferas lanzadas en la oscuridad: “por mucho que corras te alcanzaré”. Empieza a correr y, de repente, siente el brazo de su perseguidor en la espalda, agarrándola por el hombro y tirando de ella.
            Se da la vuelta, pero el frío golpe de un puño contra la mejilla le impide ver al autor del puñetazo. Cierra los ojos por la inercia del propio golpe. Y lo vive a cámara lenta, primero su cabeza se ladea con el impacto, luego toda la piel se retuerce hacia un lado y bambolea, entonces un reguero de sangre de desprende de su nariz y las lágrimas le humedecen el rostro…. 
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2 comentarios:

  1. ¿quien pega a una niña?¡¡Cuanta maldad en tus relatos, Pat!! Me gustaría que Sara no supiera distinguir si las voces que oye son paranoia por tanto tiempo sin relación humana o si realmente es algún tipo de telepatía.M

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  2. ¡Mi querida M!!!! ¡Cómo voy a echar en falta nuestras charlas este verano!!!
    Sara ya no es una niña, tiene dieciocho añitos y es toda na jovencita.
    De acuerdo con lo de la paranoia, ¿pero no nos estamos adentrando en terreno de La Baraja? Lo digo por Miguel.... ¡Tú ya me entiendes! No sé, le iré dando vueltas al asunto, ¿OK?
    Y en cuanto a la maldad de mis relatos... ¡Perro ladrador, poco mordedor! Jajaja, si soy más buena,...
    ¡Un BESITO y hasta mañana!

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