Reflexión dominguera
Este mes de julio está siendo bastante atípico: no hace calor, el mal tiempo es bastante usual y parece que las nubes amenazantes se han confabulado para arruinarnos la idea de playa el fin de semana. ¡Con lo que a mi me gusta tumbarme en una hamaca o en la arena! Sólo necesito un libro y sol. ¡Pero parece que no quiere salir!
Hoy es domingo, mi único día de reflexión, un día en el que Sara, Ignacio, Úrsula, Andrea y Eduardo se quedan quistecitos y no avanzan en el blog, aunque he de decir que en mi cabeza siguen dando guerra. Pero ya os expliqué que los fines de semana las visitas descienden y no quiero acumularos trabajo. ¡Así que vamos a reflexionar! ¡Y si os perdéis el post no pasa nada! ¡Sólo pienso en voz alta!
Mi reflexión dominguera es sencilla. El otro día José Antonio apuntaba que había superado mi crisis, aquella que un poco más y me hace abandonar el ordenador en una cuneta a la espera de que un coche le pasara por encima. Pues bien, si he de ser sincera todavía a día de hoy me pregunto cómo lo logré.
Siempre he sido una persona optimista, por eso cada vez que recibía un rechazo por las novelas miraba más allá y veía el sí que algún día llegaría. Pero yo creo que tantos y tantos años de expectativas insatisfechas acabaron por crearme un nudo de ansiedad y deseo que debía desintegrarse antes de enfrentarme a la realidad. Por eso me desmoroné.
Para mí es súper importante recibir comentarios que me ayuden a mejorar, por eso agradecí tanto que me dierais un toque de atención, haciéndome reflexionar en lo que se había convertido en una obsesión. Volver atrás en el tiempo, recuperar la ilusión del principio y encontrar una nueva vía para expresarme me ha ayudado a volver a ser yo, la Pat optimista, la que siempre cree que todo es posible y que todo el mundo tiene buenas intenciones. Pero sobre todo, el hecho de escribir aquí cada día y de saber que a alguien le gusta lo que hago es la mejor medicina.
He dejado la lectura del octavo libro. Me siento incapaz de continuar con el Máster, leer por obligación mata el deseo de continuar con la lectura y eso es algo a lo que no estoy dispuesta. Mañana volveré a la biblioteca cargada con la lista, esa que ahora me pasa toneladas en las manos a pesar de estar constituida por dos folios, y buscaré algo ameno de verdad para el verano. ¡A ver si lo encuentro!!!!!
En cuanto a La Baraja, estoy contenta con el trabajo que voy realizando. He tenido unas semanas un tanto estresantes en el trabajo, y sé que me espera una última cargadita antes de vacaciones, pero he encontrado tiempo para ir a bailar, para estar con mis hijos, para las tareas cotidianas y para pulir un trocito de mi novela.
Mi mente se está portando muy bien, es capaz de concentrarse en las dos historias sin problemas. Es como si tuviera un interruptor y pudiera encender la trama que quiero en un momento dado mientras la otra permanece callada. ¡Y me ha dejado dormir de una manera un tanto más relajada! Así que es genial.
A la hora de retomar La Baraja me he dado cuenta de las carencias a las que apuntaba mi agente, así que he encarado el trabajo con un método claro y conciso: me leo un capítulo con lentitud, corrigiendo los fallos que encuentro a medida que avanzo. Al terminar lo vuelvo a leer siguiendo el mismo criterio y así sigo hasta que al leerlo no cambiaría ni una coma. Es un trabajo más lento del que estoy acostumbrada, pero vale la pena hacerlo. Hay capítulos que necesitan mucha reescritura, sin embargo hay otros que están a la altura. ¡Cuando cuelgue la entrada me voy a empezar el número once!
¡Feliz domingo!!!!!
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