En mi sillón....
¡Buenos días! La calma y el silencio me acompañan en una mañana cálida y
soleada. Desde mi sillón escucho el trino de los pájaros en el exterior, el
tic-tac del reloj de pared que me regalaron mis padres una Navidad lejana y
algún que otro crujido de la madera que puebla esta casa tan querida por mí.
Mi familia duerme, es muy pronto, el sueño se
resiste a acompañarme más allá de las siete, por eso me he levantado y he
desayunado tranquilamente, pensando, soñando, permitiendo que mi cabeza destile
las ideas de la noche y planifique el día que se abre. Luego me he sentado en
mi sillón, he abierto el portátil y he jugado a un par de solitarios mientras
delineaba las palabras que iban a copar la entrada de hoy.
¡Me encanta el silencio y la soledad de estas horas!
Se respira una calma y una tranquilidad extremas, de esas que eres incapaz de
encontrar en tu vida diaria. Es como si en estos momentos el tiempo se
detuviera, como si la realidad de tu vida se fundiera en la nada,
desdibujándose, perdiéndose en la bruma del ayer.
Todos deberíamos encontrar un oasis de paz en
medio de la tempestad en la que se convierte nuestra ajetreada vida, un lugar
donde dejar atrás el estrés, las responsabilidades y las angustias durante unas
horas, un reducto de serenidad, un espacio para la relajación. Porque los
momentos en los que se consigue esa paz nos ayudan a encarar con mayor entereza
el resto de días que componen la semana.
Aquí sentada, disfrutando de la serenidad y el
sosiego que me transmite esta soledad momentánea he permitido que mi mente
vagara por los recovecos del destino, que se empapara de la realidad que me
acompaña, que volviera a sentir aquella llamada que toda mi vida se ha empeñado
en gritar en mi cerebro.
En mi vida he tenido lugares donde mi espíritu
inquieto ha encontrado la manera de
alcanzar un limbo de sosiego. A veces pienso que esa sensación de paz y
tranquilidad que logro encontrar en esos espacios es lo más parecido a la
meditación que mi mente va a lograr jamás. De pequeña me sentaba en una roca de
Calella de Palafrugell, miraba el mar, el horizonte, el sol, el cielo azul y
sentía esta fuerza que me ayuda a relajarme tanto que casi ni pienso. Ahora
tengo este sillón, esta casa, este silencio.
De aquí unas horas, cuando la casa se despierte y
se llene de voces, pasos y actividad se romperá el hechizo de estas horas
maravillosas para descubrir que también mi realidad está llena de emociones e
ilusiones. ¡Agradezco a mi sueño despertarme tan pronto y concederme estas
horitas de comunión con mi yo interno!
Ya os he dicho en muchas ocasionas que creo en las
señales del destino, en aquellas que te muestran un camino a seguir en algunos
momentos de tu vida en los que te sientes desorientado. No siempre estamos
atentos a ellas ni somos capaces de encontrarlas en medio del millón de tareas
diarias a las que nos enfrentamos, por eso es importante detenernos en algunos
momentos, respirar y mirar a nuestro alrededor con otros ojos menos activos y
más introspectivos.
¡Quizás me caí esquiando para volver a encontrar
la emoción de la escritura! Quizás necesitaba parar, desconectar, abandonar la
hiperactividad de la que se nutrían mis jornadas para no abandonar y recuperar
ese sueño inalcanzable que se había diluido entre esperas, desinformación,
frustración y desesperanza.
Ufffffffff. ¡Qué filosófica! Acaban de bajar mis
hijos, la tele está en marcha y he perdido el hilo de las elucubraciones
introspectivas que he escrito arriba. ¡Retomamos la realidad!
Esta semana tengo otra entrevista y un poquito más
de Los Cofres del Saber y muchas emociones por descubrir. ¡Así que no os lo
perdáis!
¡Feliz domingo!
m'agrada aquest disseny!!! :)
ResponderEliminar😍😘
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