Anticipando un adiós

8:38 Pat Casalà 4 Comments


            ¡Buenos días!!! Hoy se cumplen cuatro semanas de mi accidente de esquí… ¡Qué rápido pasa el tiempo! Parece mentira cómo las horas se van acumulando en tu haber y acabas descubriendo que la semana vuelve a empezar.
            El frío sigue azotando las calles, la economía sigue dando de qué hablar, los recortes son cada vez más elevados, la reforma laboral ha llenado los noticiarios, las tiendas siguen intentando remontar, a pesar de que cada vez la fisionomía de nuestras calles se vacía de establecimientos emblemáticos que le daban un peso histórico y peculiar a la ciudad y se llena de cadenas de tiendas que logran una calcomanía fisonómica en cualquier lugar del planeta al que vayas a pasear.
             ¡Hoy me siento muy nostálgica! ¡Mucho! De aquí a muy poquitos días la tienda que vio nacer a mi madre y que me cobijó durante mi niñez, mi adolescencia, mi juventud y mis primeros años de vida laboral va a cerrar sus puertas para siempre, y se me hace un nudo en el estómago cuando pienso en las miles de historias que atesora en su interior…
            Ese local era donde mi abuelo materno montó su negocio junto a un hermano, allí vendían telas a metros y atendían a la clientela con una sonrisa. Mi madre tiene tantas anécdotas de esa época…
            Cuando mi abuelo y su hermano decidieron jubilarse mis padres se armaron de valor y se quedaron con el local. ¡Allí montaron su tienda de ropa! ¡Una tienda que los catapultó hacia las listas más emblemáticas de la ciudad! Recuerdo las colas de las clientas cuando entraba cada tarde para que mi abuelo me entretuviera dentro del almacén. ¡Me pasaba la tarde fantaseando, dibujando, creando historias de terror y misterio!
            Hasta que nació mi hermana, a mis casi siete años, el autocar de la escuela me dejaba cerca de la tienda de mis padres. Mi abuelo venía a buscarme a la parada y me llevaba a merendar a la granja de al lado, otro local que desapareció hace años, o al bar de enfrente, que ahora es una joyería, donde daban unos montaditos de aceituna y queso que me chiflaban.
            Un día mi abuelo se olvidó de venir a la parada. Yo tenía sólo seis años y la profesora del autocar decidió dejarme sola en la calle. ¡Entonces a ella no le pasó nada! ¡Llega a ser ahora y la despiden! ¡Dios! ¿¿Cómo pudo dejarme sola en la calle con seis años, sin móviles ni avisar a mis padres ni nada?? Bueno, la verdad es que yo solita llegué a la tienda de mis padres, ¡por suerte ese día me orienté! Y mi abuelo decidió ponerse un despertador para no volver a olvidarse de mí nunca más. (Mis padres llamaron al colegio indignados, pero nada, la profesora del autocar siguió allí eternamente…).
            El tiempo pasó y yo fui acumulando anécdotas interesantes. Una de ellas fue el día en el que mi padre entró en su despacho por el cristal y al romperse le cortó una vena de la muñeca a mi madre, que iba detrás de él…. ¡Se la llevaron corriendo al hospital! ¡Y no podéis imaginaros como sangró! Todavía conserva la cicatriz…
            En esa época la tienda estaba compuesta de dos grandes mesas para mostrar la ropa a las clientas. Cuando no había nadie me escabullía por ahí y hacía ver que vendía. ¡Y no me gustaba! ¡Yo quería dedicarme a inventar historias! ¡Cómo las que se me ocurrían cuando jugaba al escondite en el almacén!
            De mayor mis horas en las tienda se redujeron a las ayudas en épocas de rebajas y visitas esporádicas. Y cuando crecí y empecé a trabajar me dediqué a vender esa ropa que colgaba de las prendas y a llevar la contabilidad, la fiscalidad y la administración de una cadena que había crecido hasta siete tiendas.
            Pero el tiempo lo borra todo y juega a cambiar las cosas, por eso me siento nostálgica y tengo un nudo en el estómago mientras mi cabeza vuela a esos instantes mágicos que me unen a ese lugar. ¡Creo que nunca más pasaré por ahí delante! ¡Nunca más!
            ¡Pasad un buen día!

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4 comentarios:

  1. Vaya Pat, qué penita. Sólo decir que espero que los buenos recuerdos te ayuden a pasar estos tristes momentos. Un beso grande y muchos ánimos!

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  2. ¡Sí! Los buenos momentos siempre compensan los malos... Aunque da eso, penita... ¡Qué se le va a hacer! La vida hay que4 tomarla como viene, ¿no?
    ¡Un beso guapa! ¿Por qué eres M.? ¿no?

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  3. Pat te entiendo mas te lo que imaginas. Creci en la Tapiceria de mi mama, y allí tenia muchos recuerdos.
    Pero cuando tenia 14 años tuvimos que cerrar, llegaron los hipermecados, las cadenas de muebles baratos, y claro, al final tuvimos que cerrar.
    Me dolio mucho, porque ahi deje tantos recuerdos y al poco tiempo cambiamos de ciudad por un nuevo trabajo.
    Creo que son etapas de la vida, no se. Pero siempre me quedaran los recuerdos, eso no me lo quita nadie. XD

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  4. Tienes razón Silvia, son etapas de la vida que hay que quemar... La verdad es que la vida te enseña a apreciar lo que se tiene y a recordar sólo lo bueno del pasado, ¿no crees? ¡Te mando un gran beso!!!!!

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