El bloqueo
¡Buenos
días! Hoy me he quedado en blanco. Llevo un buen rato aquí sentada buscando un
tema del que hablar, pero las palabras parecen enredadas en algún lugar de mi
cabeza y se niegan a salir para que mis dedos recorran el teclado, así que he
pensado en hablaros acerca de eso, del temido bloqueo, de los días en los que
por mucho que lo desees y te empeñes, no tienes nada que escribir.
A
mí me sucede. Es algo extraño, hay días en los que siento la inspiración como si fuera un manantial eterno que brota de mi interior con facilidad. ¡Es
increíble! Esos días sólo necesito sentarme ante la pantalla vacía y llenarla,
como si fuera algo sencillo, casi magia. La historia se delinea con una
facilidad pasmosa, crea laberintos en mi cabeza, tramas en el papel y es capaz
de unir los cabos sueltos de todos los capítulos, encontrando un sendero
directo hacia el siguiente.
Y
luego están los días de bloqueo, unos días en los que por mucho que intente
componer una frase coherente nada acude a mis dedos para aporrear el teclado. Es
como si mi cabeza se hubiera convertido en un limón totalmente exprimido y no
le quedara ni una gota de jugo.
Normalmente
me influye el tiempo. Los días radiantes me producen una corriente interna de
alegría y sensibilidad, favorecen el desarrollo de la historia, me acercan a
los personajes y auguran párrafos intensos. Los días de lluvia son los peores,
creo que con las gotas en las que se deshacen las nubes se diluye mi imaginación,
porque esos días soy incapaz de escribir y de crear.
Cuando
me enfrento al bloqueo paso unas horas un tanto agobiantes. Abro la pantalla
del portátil, miro la hoja en blanco, releo una y otra vez lo que había escrito
el día anterior y nada, no sale nada. Entonces intento hacer un par de solitarios,
con la mente atenta a cualquier idea, repaso frenéticamente toda la historia
para proseguir con ella, pero no hay manera de encontrar una frase. Esos días
acostumbro a apagar el portátil un tanto cabizbaja, ¡con lo difícil que resulta
encontrar horas para escribir! ¡Y desperdiciarlas así!
Escribir
para mí es como si me montara en una montaña rusa. Hay instantes en los que
subo a la cima y observo un paisaje maravilloso, llenando las hojas a una
velocidad de vértigo. Otros en los que sigo en línea recta trabajando un poco,
sin aquel subidón adrenalítico que me impulsa a golpear tan fuerte el teclado
que creo que algún día se romperá. Y luego están los días de caída, los que por
mucho empeño que ponga bajo sin parar.
El
bloqueo es uno de los peligros de mi manera de escribir. Si trabajara con
esquemas previos y pudiera tender claras todas las secuencias antes de enfrentarme
a la escritura quizás trabajaría con más regularidad y estos altibajos no me sobrevendrían,
pero entonces perdería mi capacidad de crear las tramas a medida que avanzan y
disfrutar tantísimo del proceso.
En
el fondo es fantástico cuando me siento ante la pantalla y las palabras salen a
borbotones de mi cabeza para llenar el folio. Entonces yo traspaso aquel puente
imaginario que une los mundos reales con los paralelos y vivo en la piel de
otros, llevándoles donde el corazón y la imaginación deciden. ¡Así que me da
igual tener días de bloqueo si puedo disfrutar de los intensos!
¡Os
deseo un gran día!
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