¡Cuánta nieve! :-)
¡Buenos días! He pasado un magnífico fin de semana rodeada de nieve, de mi familia y de un ambiente idóneo como para que mi mente avanzara en la historia que tengo entre manos. Los días de fiesta me parecen un regalo, son cuando mi cabeza funciona al cien por cien y puedo adentrarme en mis mundos paralelos sin interferencias.
Mi día a día en la oficina requiere muchísima concentración, por eso cuando llego a casa por las noches estoy tan estresada que no desconecto del trabajo. Bueno, los fines de semana no lo consigo hasta el sábado a media mañana… ¡la noche del viernes me desperté cinco veces con angustia relacionada con un tema laboral!
El viernes, cuando llegamos a la Cerdaña, nevaba muchísimo. La urbanización estaba anegada en nieve polvo y la entrada de casa presentaba unos veinte centímetros de nieve. Caminamos con las maletas sorteando los escollos, dejamos la entrada mojada y hecha un asco, corrimos a deshacer el equipaje, a llenar las camas con bolsas de agua caliente y a taparnos con nórdicos gordísimos. ¡Qué frío!
La nieve nos ha impedido esquiar. ¿A que suena extraño? El sábado nos despertamos súper pronto, desayunamos, nos vestimos de esquí y salimos rumbo a Andorra, donde habíamos quedado con unos amigos. Mi marido se quejó un par de veces, la carretera estaba increíblemente nevada y seguían cayendo copos sin darnos tregua. ¡Acabamos poniendo cadenas! Cuando llegamos al túnel de Puymorens descubrimos que nuestra media hora de coche no nos había servido de nada, ¡los accesos a Andorra estaban cerrados!
Así que media vuelta y otra vez para el valle. Cuando llegamos a una zona sin nieve sacamos las cadenas y averiguamos que estaban rotas. Así que acabamos en casa, con la chimenea a toda potencia y los niños enfadados. ¡Suerte que nuestros vecinos esquiaron poco!
Y el domingo, cuando me desperté para ir a la nieve y vi por la ventana que no había parado de nevar desde la noche anterior, me volví a la cama y decidí que ya esquiaría otro día. El domingo fue genial, los niños se quedaron en la zona comunitaria, donde construyeron un iglú y jugaron con la nieve. ¡La guerra de bolas fue espectacular!
Nosotros nos fuimos a pasear por el camino que atraviesa la montaña y llega a Llívia. Caminamos por la localidad, compramos fruta y verdura en el lugar de siempre, pan, unos pollos y tomamos un café.
Estos son los fines de semana que me devuelven la ilusión. He escrito cuatro capítulos, he limado unos problemas de coherencia que me angustiaban y he logrado dar un giro interesante a la historia. ¡A ver si se escribe tal como me la imagino!
¡Feliz día! J
Feliz día :-)
ResponderEliminar:-)
EliminarHola
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