Pasito a pasito
¡Buenos
días! Que cerquita tenemos el fin de semana… Este lo voy a disfrutar muchísimo.
Me quiero ir a la montaña a vivir la naturaleza, a despejarme, a olvidarme de
una semana intensa y un poquito agobiante.
Cuando
las cosas se desmoronan y ves que una nueva montaña se alza ante tus ojos debes
encontrar la manera de escalarla sin miedo. Ahora el monte es una piedra de
roca repleta de aristas que me lastiman la piel al caminar y agarrarme, pero
estoy segura de que con el tiempo se volverá lisa, con senderos arenosos que enfilarán
hacia la cumbre.
Dos
hijos, dos problemáticas distintas, dos luchas y dos frentes en los que debo
dar de mí. También he de reestructurar las finanzas familiares para hacer
frente a las clases, a los refuerzos, a las ayudas…
La
naturaleza es extraña, mi hijo es clavado a mí en muchos aspectos: somos
disléxicos, tenemos una creatividad y un mundo interior intenso, nuestra
infancia ha estado marcada por esas diferencias, nos ha costado mucho superar
las dificultades, pero con fuerza, empeño y tesón las hemos arrinconado… ¡Y
encima la inteligencia de mi niño es excepcional!
Mi hija se parece a su padre. Los dos son
despistados, trabajadores, sensibles y con dificultades de atención y
concentración. Aunque en el caso de mi marido esos últimos rasgos se han
desvanecido en la edad adulta.
¿Y
no podía tener dos niños del montón? Pues va a ser que no… Ahora toca arrimar
el hombro y trabajar juntos para construir un futuro válido para los dos, de
manera que cada uno logre sus metas.
Tengo
una tarea difícil por delante, pero la encararé con ilusión, ¡mis hijos se lo
merecen! El mayor es tan responsable… ¡15 años, quién los pillara! La pequeña
es tan cariñosa…
A
pesar de las dificultades y de los escollos soy feliz con la familia que me ha
tocado en suerte. Aunque no os voy a engañar, cuando algunas amigas me explican
las notas fabulosas de sus hijos o me percato de que su tarea es más sencilla
en la faceta académica, siento un poquito de envidia sana… ¡Lo que daría yo por
no sufrir cada vez que han de traer notas a casa! Aunque, bien mirado, los
hijos dan siempre dolores de cabeza, ¿no? Y muchísimas satisfacciones…
En
fin, hay que continuar adelante, aparcar el golpe y subir la montaña
lentamente, serpenteando hacia las cumbres borrascosas…
¡Feliz
día! J
Cuando no se sufre por una cosa se sufre por otra... nunca estamos del todo despreocupados cuando de hijos se trata.
ResponderEliminarHay cosas peores que el traer notas bajas, no te quepa duda.
Un FELIZ día, víspera de sanviernes :-)
¡Feliz día! :-)
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