Un sábado redondo

10:01 Pat Casalà 2 Comments


¡Buenos días! ¿No estamos en primavera? ¡Qué manera de llover! Grrrrrrr, lleva dos días sin parar. Me pregunto cuánta agua contienen las nubes y cuándo dejarán de echarla sobre nosotros…
Ayer fue un día genial, de aquellos en los que me gustaría que se convirtiera mi jornada diaria. Me levanté pronto, eso no lo puedo evitar, desayuné tranquilamente en el salón con la mirada puesta en el exterior. Las gotas de lluvia repiqueteaban sobre las baldosas de mi terraza y rompían el silencio.
Los días grises suelen apagarme. Es como si mis sentimientos se volvieran melancólicos y me costara encontrar la senda de la palabra. Sin embargo ayer las frases no se secaron y fluyeron con facilidad.
Después de un desayuno tranquilo y solitario me metí en la cama, arrebujada con el nórdico y el ordenador en el regazo. Los escasos fines de semana que mi marido viaja se me hacen extraños, pero los aprovecho para escribir.
La novela que tengo entre manos remueve sentimientos que creía olvidados. A cada uno de mis libros le cedo un pedazo de mi alma, algún instante de mi vida, un fetiche, un recuerdo, un objeto… A veces aprovecho un pasaje triste o alegre y lo cambio, lo pinto, lo maquillo.
Me pasé tres horas tecleando, con las ideas acompañándome y las emociones a flor de piel. En seis días he escrito siete capítulos, 12.320 palabras y veinticinco folios. ¡Y la historia crece a cada segundo en mi cabeza! Es tan emocionante…
Hay días en los que me levanto con resaca de ansiedad. Cuando descubro los triunfos de mis compañeros tengo sentimientos encontrados, porque me alegro muchísimo por ellos, pero siento un conato de frustración… ¡Me gustaría tanto dedicar mi vida a las palabras!
Lo bueno es que ahora supero esa sensación a los cinco minutos. Tengo un montón de cosas maravillosas en mi vida, imaginación, inspiración, ilusión por escribir… ¡Y no necesito más!
Es extraño que durante años solo pensara en publicar… Lo que me hace feliz es crear tramas, convivir con mi historia, vibrar con los personajes, cambiar momentos de mi pasado que me angustian, vivir aventuras. Ahora que solo pienso en escribir las palabras brotan solas, es como si los manuscritos se escribieran con facilidad y fueran ellos mismos los que me dictaran la manera de avanzar.
Por la tarde nos fuimos los tres al cine. ¡Me hizo ilusión caminar juntos! Vimos una película para ellos: Memorias de un zombie adolescente. En un principio pensaba que no me iba a gustar la película, la eligieron mis hijos, pero contrariamente a mis ideas me reí muchísimo. No es una película buenísima ni nada por el estilo, pero es de las pocas que hay para adolescentes que tiene una moraleja interesante y que apuesta por un toque de comedia.
Y luego me fui yo sola a un centro comercial a buscar pantalones. Desde que me adelgacé diez quilos la ropa me va demasiado grande y solo tengo dos pantalones que me encajan. 
Al llegar a casa seguí con LMR unas horitas más, me metí en la cama con mi niña y zapeamos un ratito. Hasta que al final me dormí.
A ver qué me depara el día de hoy…
¡Feliz día! J

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