Un sábado redondo
¡Buenos días!
¿No estamos en primavera? ¡Qué manera de llover! Grrrrrrr, lleva dos días sin
parar. Me pregunto cuánta agua contienen las nubes y cuándo dejarán de echarla
sobre nosotros…
Ayer fue un día
genial, de aquellos en los que me gustaría que se convirtiera mi jornada
diaria. Me levanté pronto, eso no lo puedo evitar, desayuné tranquilamente en
el salón con la mirada puesta en el exterior. Las gotas de lluvia repiqueteaban
sobre las baldosas de mi terraza y rompían el silencio.
Los días
grises suelen apagarme. Es como si mis sentimientos se volvieran melancólicos y
me costara encontrar la senda de la palabra. Sin embargo ayer las frases no se
secaron y fluyeron con facilidad.
Después de un
desayuno tranquilo y solitario me metí en la cama, arrebujada con el nórdico y
el ordenador en el regazo. Los escasos fines de semana que mi marido viaja se
me hacen extraños, pero los aprovecho para escribir.
La novela que
tengo entre manos remueve sentimientos que creía olvidados. A cada uno de mis
libros le cedo un pedazo de mi alma, algún instante de mi vida, un fetiche, un
recuerdo, un objeto… A veces aprovecho un pasaje triste o alegre y lo cambio,
lo pinto, lo maquillo.
Me pasé tres
horas tecleando, con las ideas acompañándome y las emociones a flor de piel. En
seis días he escrito siete capítulos, 12.320 palabras y veinticinco folios. ¡Y
la historia crece a cada segundo en mi cabeza! Es tan emocionante…
Hay días en
los que me levanto con resaca de ansiedad. Cuando descubro los triunfos de mis
compañeros tengo sentimientos encontrados, porque me alegro muchísimo por
ellos, pero siento un conato de frustración… ¡Me gustaría tanto dedicar mi vida
a las palabras!
Lo bueno es
que ahora supero esa sensación a los cinco minutos. Tengo un montón de cosas
maravillosas en mi vida, imaginación, inspiración, ilusión por escribir… ¡Y no
necesito más!
Es extraño
que durante años solo pensara en publicar… Lo que me hace feliz es crear
tramas, convivir con mi historia, vibrar con los personajes, cambiar momentos
de mi pasado que me angustian, vivir aventuras. Ahora que solo pienso en
escribir las palabras brotan solas, es como si los manuscritos se escribieran
con facilidad y fueran ellos mismos los que me dictaran la manera de avanzar.
Por la tarde
nos fuimos los tres al cine. ¡Me hizo ilusión caminar juntos! Vimos una película
para ellos: Memorias de un zombie
adolescente. En un principio pensaba que no me iba a gustar la película, la
eligieron mis hijos, pero contrariamente a mis ideas me reí muchísimo. No es
una película buenísima ni nada por el estilo, pero es de las pocas que hay para
adolescentes que tiene una moraleja interesante y que apuesta por un toque de
comedia.
Y luego me
fui yo sola a un centro comercial a buscar pantalones. Desde que me adelgacé
diez quilos la ropa me va demasiado grande y solo tengo dos pantalones que me
encajan.
Al llegar a casa seguí con LMR
unas horitas más, me metí en la cama con mi niña y zapeamos un ratito. Hasta que al final me dormí.
A ver qué me
depara el día de hoy…
¡Feliz día! J
:-) Un sábado genial :-)
ResponderEliminarFELIZ domingo.
¡Igualmente! :-)
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