El placer de la lectura
¡Buenos días! El fin de semana se
ha llenado de paz y tranquilidad, con largas horas de lectura, paseos bajo el
sol y momentos compartidos con amigos maravillosos.
Teníamos previsto subir a la
montaña, pero el viernes me encontré muy mal y decidimos quedarnos. Una
indisposición de barriga, malestar, sudores fríos, dolor… Me metí en la cama a
las ocho en punto y pasé mala noche.
El sábado hacía un día espléndido.
Me propuse pasarme unas horas metida en la cama, acompañada de mi inseparable
Mac, arreglando un desaguisado en la novela actual. Últimamente me cuesta
encontrar el tono y la conexión con esa trama, es como si la fuerza narrativa
del principio se escurriera a otro lugar.
Tras varias semanas de intentos
infructuosos, conseguí llevar a Aurora y a Bruno al lugar donde debía,
imprimiéndole la intensidad necesaria al texto. Sin embargo, cuando me situé
más adelante, en el próximo capítulo, la sensibilidad que me acerca a la trama
se desvaneció.
Si no consigo esa conexión no soy
capaz de avanzar, me mueven los sentimientos, como si los personajes pudieran
penetrar en mi alma para susurrarme su estado de ánimo, sus instantes, sus
andanzas.
No acababa de encontrarme bien,
mi marido quería pasear un rato y yo consideré que quizás un poco de ejercicio
me vendría bien. Bajamos a la playa, a la zona olímpica, al lado de las torres
gemelas, la Torre Agbar y el Hotel Ars. Caminamos un rato, no mucho, nos
sentamos en una terraza al sol, a tomar un té.
Por la tarde fuimos al cine, a ver
una película que no acabó de gustarme y después regresamos a casa, a descansar.
Intenté escribir, darle vida a las pocas ideas con las que contaba, sin embargo
acabé viendo la continuación de una película que en su momento dejé a medias y
me apetecía terminar.
Al terminar me quedé totalmente
desconcertada, no tenía pies ni cabeza ese final. Indagué en la Web y descubrí
que esa película era la primera adaptación de una serie juvenil de tres libros.
Busqué la continuación, pero solo existía en alemán… ¡Y sin subtítulos!
Mi sed de conocer el final
verdadero se extendió a la necesidad de darle continuidad a la historia. No
podía escribir, así que busqué los libros en Amazon, los descargué en el Kindle
y empecé a leer.
El domingo por la mañana cogí mi
ordenador dispuesta a avanzar en RANP, pero seguía seca de palabras. Me estiré
en el sofá, me tapé con una manta y me propuse continuar con la lectura. Mi
marido, cansado de pedirme salir a dar una vuelta, se llevó a mi hija.
Terminé el primer libro a media
mañana y empecé a devorar el siguiente. Irme a comer a casa de mis padres fue
como si me quitaran una muela. Al regresar tuvimos visita de una gran amiga y
su marido y cuando se fueron me propuse no dejar de leer hasta conocer el
final. ¡Por suerte no eran demasiado largos!
A las doce y diez terminé mi
lectura y me fui a dormir… ¡Un gran fin de semana!
¡Feliz día! J
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