Una cena, el final de RANP y sonrisas varias
¡Buenos días!
Llegamos al lunes con mil cosas interesantes que contar… Mi marido ya está en
China…
El fin de
semana se ha llenado de experiencias increíbles, con momentos estelares y la
constatación final de mi capacidad de sonreír con los pequeños triunfos.
¡Felicidad ente todo!
La cena del
viernes me resultó increíblemente maravillosa, descubrí vidas, ilusiones,
sentimientos… Me reencontré con mis amigos de antaño, aquellos con los que
traspasé la frontera de la adolescencia para culminar en una primera juventud.
Los recuerdos de esos momentos perdidos en la memoria me mostraron una cara alegre del
pasado, con un sinfín de ilusiones ocultas en cada recodo.
Sentados a una
larga mesa rectangular, con una comida buenísima, servida en el restaurante de
uno de ellos, el Guana, regada con vino de calidad y conversaciones a la vera
de la edad adulta, supe que mi vida actual es como la deseo vivir. Y sonreí.
Sin dudas ni agobios, simplemente con felicidad.
Me encantó
escuchar relatos varios, sentir que los años han moldeado a personas
increíbles, con sus propias historias llenas de vitalidad. Cada uno ha seguido
la estela de sus sueños, dándole bombo a las situaciones deseadas.
Es bonito
saber que en un momento del pasado formé parte de sus vidas. A pesar de los
cambios inherentes a la madurez, del sendero elegido y de la separación hace
demasiados años, el viernes recordé cuando un grupo bastante amplio de ellos
eran mi elenco de amistades.
La Pat de
antaño era insegura, parlanchina, con miles de historias en su cabeza, incapaz
de centrar la imaginación de una manera productiva. Me gustaba vivir rodeada de
gente, sentía demasiado y solía aspirar a integrarme en núcleos afectivos que
se alejaban demasiado de mi realidad.
El tiempo me
ha enseñado a darle importancia a lo necesario y a disfrutar de las pequeñas
cosas sin ansiar lo que no está al alcance de mi mano. He encontrado personas
increíbles en el camino, con las que he trazado una amistad sincera, y he
dejado de estar enfadada con la vida, conmigo misma y con mi entorno.
Es curioso
cómo viví el viernes, con una mezcla de nostalgia positiva y felicidad por mi
ahora. Ya no me asusta la soledad, mi fin de semana ideal es como este,
estirada en mi rincón del sofá, dándole un empujón a la última novela, con
ímpetu, ilusión y la compañía inestimable de mis personajes.
Terminé RANP
el sábado por la mañana. Me costó, se me atragantaban las últimas escenas, a
pesar de verlas con facilidad en mi mente. Era como si las palabras se negaran
a expresar la tensión necesaria para llevar a Aurora y a Bruno a la culminación
de su aventura personal.
Mabel, mi
querida amiga de Suiza, el otro día me dijo: «no le des más vueltas, intenta
escribirlo y luego lo corriges». Y eso hice, rubricando el ansiado fin al borde
del folio doscientos siete. Luego me pasé el resto del sábado y todo el domingo
releyendo, cambiando cosas, descubriendo la historia en su totalidad.
¡Qué increíble
es decidir nuestro destino! Hay que luchar para alcanzarlo, sentir para vivirlo
y soñar para conquistar la meta.
¡Feliz día! J
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