Imagine

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Otra vez lunes… Ufff, ahora mismo desearía estar durmiendo para luego irme a la playa a tomar el sol, pero toca desayunar, ducharse e irse a la oficina a solucionar las mil tareas pendientes que se acumulan en la mesa.
El fin de semana se ha llenado de momentos tristes. Enterrar a alguien con un corazón tan grande duele, y más cuando te enfrentas a la familia destrozada, a un adiós suspendido en el limbo de la incomprensión, a una muerte dura y demasiado difícil de asumir.
Ojalá las desgracias paren aquí y no nos toque enfrentarnos a nuevas angustias. La familia entera se lo merece, tanto de un lado como de otro. Seguramente será así, las cosas empezarán a encontrar un rumbo más pausado, a deambular por la senda de la serenidad y a retomar un curso plácido.
Estoy muy contenta con la manera en la que últimamente afronto los problemas o la no consecución de objetivos. Es curioso, con el tiempo me he percatado de la importancia de relativizar cada escollo para encontrar la parte positiva, sin desfallecer ni frustrarme.
Quizás las desgracias acumuladas en nuestra familia estos últimos años, unidas a mi afán de superación, han acabado cambiando la percepción de las derrotas, consiguiendo darles la vuelta para descubrir con emoción cada pequeño detalle escondido en ellas.
Me encanta esta nueva y excitante percepción de la vida, la ilusión para encarar los días, el trabajo, la escritura… Es posible que nunca alcance esas cimas altísimas donde llegaba a ser una escritora súper ventas, pero ahora mismo tengo suficiente con mis charlas animadas con las lectoras beta,  el calor de los míos y la gran capacidad de creación que me acompaña.
De pequeña me imaginaba un mundo donde todo era posible, siempre me veía alcanzando aquellas quiméricas metas soñadas de manera ilusoria, con emociones plausibles y la sonrisa intensa capitaneando mis momentos antes de conciliar el sueño.
Cada noche, antes de conseguir dormirme, cosa que siempre me ha costado muchísimo, cerraba los ojos en la penumbra e imaginaba instantes venideros, con la emoción de conseguir lo imposible. Sentía cada instante como propio y cuando despertaba al día siguiente continuaba la historia donde la había dejado, entusiasmándome con ella.
Ahora ya no sueño en utopías, la madurez trae consigo la capacidad de dimensionar tu realidad acorde con las situaciones y aceptar que a veces el empeño no es lo único válido. Cuando hay terceras personas implicadas estás en sus manos. Y no se puede vivir con la ansiedad de no alcanzar nunca los deseos, hay que disfrutar de los que se tienen.

¡Feliz día! J

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