Imagine
¡Buenos días! Otra vez lunes… Ufff, ahora mismo
desearía estar durmiendo para luego irme a la playa a tomar el sol, pero toca
desayunar, ducharse e irse a la oficina a solucionar las mil tareas pendientes
que se acumulan en la mesa.
El fin de semana se ha llenado de momentos
tristes. Enterrar a alguien con un corazón tan grande duele, y más cuando te
enfrentas a la familia destrozada, a un adiós suspendido en el limbo de la
incomprensión, a una muerte dura y demasiado difícil de asumir.
Ojalá las desgracias paren aquí y no nos toque enfrentarnos
a nuevas angustias. La familia entera se lo merece, tanto de un lado como de
otro. Seguramente será así, las cosas empezarán a encontrar un rumbo más
pausado, a deambular por la senda de la serenidad y a retomar un curso plácido.
Estoy muy contenta con la manera en la que últimamente
afronto los problemas o la no consecución de objetivos. Es curioso, con el
tiempo me he percatado de la importancia de relativizar cada escollo para
encontrar la parte positiva, sin desfallecer ni frustrarme.
Quizás las desgracias acumuladas en nuestra
familia estos últimos años, unidas a mi afán de superación, han acabado cambiando
la percepción de las derrotas, consiguiendo darles la vuelta para descubrir con
emoción cada pequeño detalle escondido en ellas.
Me encanta esta nueva y excitante percepción de la
vida, la ilusión para encarar los días, el trabajo, la escritura… Es posible
que nunca alcance esas cimas altísimas donde llegaba a ser una escritora súper
ventas, pero ahora mismo tengo suficiente con mis charlas animadas con las
lectoras beta, el calor de los míos y la gran capacidad de creación
que me acompaña.
De pequeña me imaginaba un mundo donde todo era
posible, siempre me veía alcanzando aquellas quiméricas metas soñadas de manera
ilusoria, con emociones plausibles y la sonrisa intensa capitaneando mis
momentos antes de conciliar el sueño.
Cada noche, antes de conseguir dormirme, cosa que
siempre me ha costado muchísimo, cerraba los ojos en la penumbra e imaginaba
instantes venideros, con la emoción de conseguir lo imposible. Sentía cada
instante como propio y cuando despertaba al día siguiente continuaba la
historia donde la había dejado, entusiasmándome con ella.
Ahora ya no sueño en utopías, la madurez trae
consigo la capacidad de dimensionar tu realidad acorde con las situaciones y
aceptar que a veces el empeño no es lo único válido. Cuando hay terceras
personas implicadas estás en sus manos. Y no se puede vivir con la ansiedad de
no alcanzar nunca los deseos, hay que disfrutar de los que se tienen.
¡Feliz día! J
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