La esencia de escuchar
¡Buenos días! Llevo un par de semanas dedicada a la
corrección de las últimas novelas de la Serie
Sin ti. He dejado de lado NUS para poder dedicarme en cuerpo y alma a Luke,
Kris, Steff, Swan y Dennis.
A veces un e-mail o un chat con opiniones dispara mi
ansiedad y acabo con una crisis severa de confianza. Eso me pasó con Cuando estoy sin ti. El viernes entregué
la versión final y todavía no estoy convencida de ella. La cambiaría de nuevo,
quedándome largas noches sin dormir.
Mi muestreo antes de enviar una novela a una editorial es un
grupo de amigas a las que adoro. Cuando no conseguía publicar y mis novelas
solo eran un cúmulo de archivos en la memoria de mi ordenador ellas me leían,
comentaban, me ayudaban a entender la grandeza de desarrollar las historias.
Sin ellas no estaría aquí y les agradezco tanto su entrega
absoluta, esa capacidad para aguantar mi exaltación con la idea inicial, la cantidad
de frases disparadas sin conexión al centrar el principio de ese hilo
argumental que se desarrolla en mi mente en un primer momento, englobando un
sinfín de pensamientos dispares acerca de los personajes, el título, su pasado
y su futuro.
Es un orden dentro del caos. Porque aunque para ellas sea como
un ataque de verborrea sin sentido para mí lo es todo. Un principio, un
desarrollo, un final, un hilo del que tirar. Y si bien es cierto que después
cambio la mitad de las premisas de salida, ese instante es mágico porque
contiene un subidón de ilusiones, un millar de sensaciones condensadas en las
frases, las ideas, las cosquillas en el estómago al saber que dentro de él está
creciendo una nueva historia.
Cuando me inicié en la escritura mi foco era otro, no me
daba cuenta de la grandeza del camino y solo buscaba la meta. Quizás por eso me
ofusqué y lo pasé mal. Sin embargo ellas me dieron alas para liberarme de esas
cadenas y volar libre hacia la superación, hacia la esencia propia de escribir,
de crear, de sentir las historias como parte de mi interior.
Las escucho cada vez que diseccionan mis escritos dándome su
opinión. A veces estoy más receptiva que otras, pero mi mente, ese ente voraz y
con vida propia que suele absorber la información con una facilidad extraña, se
pasa horas dándole vueltas a esas opiniones, mirándolas desde diversos ángulos,
aunándolas todas para descubrir una vía directa a corregir mejor los textos.
Cuesta algunas veces escuchar, por eso mi primera reacción
es más visceral. Las historias son tan mías, están tan metidas en mi alma, que
no es fácil descubrir cómo su entusiasmo no es el mismo que el mío. Pero después,
en la oscuridad de la noche o mientras trabajo o voy en moto o hago lo que sea,
mi cerebro procesa, desmenuza, escucha, fusiona y descubre dónde, cómo y qué
cambiar.
Soy rápida reescribiendo. No me cuesta concentrarme ni
pasarme cinco horas seguidas trabajando con una intensidad elevada al infinito
en la corrección. Porque creo que mi segundo nombre es eficiencia del tiempo.
Por suerte mi mente siempre está dispuesta a encontrar una forma de mejorar, aunque
en un primer momento sea como si me clavaran un puñal en el corazón para
desangrarlo lentamente.
¡Feliz día! J
Sin escuchar no podemos decir más que sandeces, es como si escribes sin leer, estarás tan metida en tu mundo que este cada vez será más reducido, anodino...
ResponderEliminarBesitos cielo.
Es cierto, hay que escuchar y leer... ¡Un beso!
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