Lo que pasa en un cine...
¡Buenos días! Ayer fue el día más caluroso en La
Cerdaña desde que tengo la casa. ¡Llegamos a 37 grados por la tarde! ¡Y cenamos
en la terraza a las 22:30! ¡Fue increíble! Hoy se ha despertado nublado y más
fresco, así que nuestra excursión programada para bañarnos en el río y hacer un
picnic en compañía de unos amigos se va un poquito al traste… ¡Ya veremos si
nos bañamos o es la lluvia la que nos moja!
Ayer fue un día de descanso en toda regla, uno de
aquellos en los que las horas ante al ordenador o el Kindle pasan sin darme
cuenta. Mientras mis padres, mis hijos y mi marido se fueron al río a
refrescarse, yo me quedé cocinando y tomando el sol en el jardincito de casa…
¡Hacía tanto calor que me duchaba constantemente con la manguera! ¡Y disfruté
muchísimo de una novela y de la corrección de La Luna de Ónxon! Por la tarde
nos fuimos al cine a ver “El Legado de Bourne”.
¿Sabéis qué nos pasó en el cine? ¡Fue
inaudito! De aquellas anécdotas que no
necesitan sacarles punta para parecer increíbles. Compramos unas bolsas de
palomitas de las que vendían en la entrada, no son como en Barcelona, porque te
las dan en una bolsa como si fueran patatas fritas. Mi hijo y mi marido
empezaron a comer palomitas cuando la película apareció en la pantalla y de
repente veo que el señor de delante de mi hijo Àlex se gira y lo riñe.
—Mira qué pasa —le susurré a mi marido que estaba
a su lado.
—¡Que me molesta muchísimo el niño! —gritó el
señor con ira—. ¡No para de comer palomitas y ese crac-crac no me deja oír!
¡Que deje ya la bolsa de las narices!
Era un señor mayor que habló con mucha rabia y
mala uva.
—Si tanto le molesta váyase a otra fila —le
contestó mi marido—. ¡Hay muchas libres!
El señor se giró de repente en un gesto brusco,
agarró la bolsa de palomitas de mi marido e intentó llevársela con tanta
violencia que mi hijo le agarró el brazo para evitar que se saliera con la
suya. Durante cerca de dos minutos luchó con rabia y algún que otro improperio
para arrebatarle la bolsa, sin atender a razones.
—¿Está loco? —se defendió mi marido, luchando
contra la agresión—. ¡Haga el favor de soltar la bolsa!
Tanto la mujer de este señor como yo intentamos
detenerlo con palabras.
—En el cine se comen palomitas —le dije con un
tono relajado—. Todo el mundo lo hace.
Al final el señor dejó la bolsa de palomitas y se
giró hacia la pantalla, pero ya no disfrutamos de la película porque el
incidente nos dejó un regusto amargo y de tensión en los tres. Al salir del
cine Àlex no dejó de preguntar acerca de lo sucedido, sin entender muy bien
aquella violencia innecesaria. Y la verdad es que el señor tuvo suerte de no
encontrarse con un grupo de adolescentes en plena subida hormonal o de alguien
con más malas pulgas que mi marido, porque era para contestarle de otra manera…
Me queda poquísimo espacio para hablar del
crucero… Cuando volvimos de la excursión en Éfeso era muy tarde, así que no nos
quedó otro remedio que unirnos a la horda de turistas que se abalanzaban en los
buffets de comida y creaban una cola larguísima… ¡Comí mal y con angustia! Y es
que ver tanta gente, con tanta comida y el comedor tan atiborrado me cerró el
estómago.
La tarde la empleamos en descansar. Yo en la
piscina, los niños dando tumbos por el barco o en el gimnasio, mi marido en el
camarote,… ¡Y nos reunimos a la hora del teatro! Como cada tarde asistimos a un
espectáculo increíblemente bien preparado y que nos encantó. ¡Y a cenar! ¡A ver
el show de los camareros! ¡Y a la cubierta 9 donde anunciaron una noche latina!
Nos quedamos poco en la piscina de proa, viendo
cómo baliaban los niños del club infantil y cómo unos cuantos pasajeros
desfilaban contoneando las caderas al son de la animadora… Lo que nos encantó
fue ver cómo preparaban el buffet de comida que ofrecieron a partir de las
00:00, cuando nosotros ya estábamos en la cama. Os dejo fotos de las
maravillosas figuras realizadas con comida que adornaban la mesa. ¡Sólo por
verlas en directo valía la pena contemplar el buffet! ¡Eran impresionantes!
¡Mañana más! ¡Feliz día!
Bueno, a ver si me animo y para mi próximo cumpleaños que vendrán los hijos y los nietos les preparo una figurita como esa que parece un oso con su melón, su piña, sus calabacines por brazos y sus manitos de mitades de naranja.
ResponderEliminarSobre lo ocurrido en el cine, creo que comprendo al señor, a mí tampoco me gusta oír el ruido de las palomitas, aunque no su ira, como bien dices podía haberse ido a otra fila o en su caso vosotros a otra. Son ese tipo de sucesos que se producen demasiado rápido. Luego uno se queda pensando en si se hubiera podido solucionar mejor. En fin, una pena por el mal momento que se pasa. Ya ves, en el fondo una custión de costumbres. Esto me ha hecho recordar que antes se fumaba en el cine, incluso la gente de los pueblos si no había sitio para sentarse veía la película de pie, y al comienzo de la función pasaban los vendedores ofreciendo cigarrillos y golosinas; después no se permitió fumar dentro de la sala y se salía a los pasillos; y ahora básicamente te permiten comer y beber lo que la propia empresa propietaria o concesionaria del cine comercializa y lo de fumar... ni en los pasillos.
En nuestras vacaciones en San Petersburgo, en el teatro Marinsky a donde fuimos a ver el ballet "El lago de los cisnes", en los pasillos había pequeños espacios donde vendían productos típicos, recuerdo una especie de tarteletas con crema de nata y caviar rojo o negro, y podías hasta pedir champán. Costaba 25 euros la copa... ¡Pero qué turista que ha llegado hasta allí y está disfrutando con la función no va a tomarlo! Son momentos mágicos... como los que tú has vivido en estas vacaciones.
Creo que muchas veces no nos damos cuenta lo condicionados que estamos en nuestras costumbres a través de los modelos sociales y de la época, además de los de cada región.
Y no sigo, que me has dado tema para rato.
Pero sí, me queda una pregunta ¿vistéis delfines? Seguro que sí. Cuéntanos.
Un beso.
Si te lanzas a preparar una figurita quiero una foto. ¡Son una chulada! En cuanto a lo del cine... Cierto que hay costumbres molestas, pero desde el momento que a la entrada comercializan las palomitas y muchos espectadores las compran, pues hay que aguantarse. ¡Mis vecinos de atrás no pararon de hablar en voz alta toda la película! ¡Y también comían palomitas! ¡Y desde luego ni se me pasó por la cabeza girarme a reñirles! ¡Es lo que hay!
EliminarNo vimos delfines, el crucero es una gran mole y cuesta mucho ver algo cerca...
BESOS PILAR