Una escala en Bari...

11:11 Pat Casalà 2 Comments


¡Buenos días!! ¡Llevo 13 días de vacaciones y me parece un siglo! Los días de crucero fueron una manera de aparcar realmente el estrés, los agobios de un invierno largo y pesado, las responsabilidades adquiridas, incluso esa intensidad con la que vivía anclada a la promoción del libro.
Embarcarse con los hijos en un crucero equivale a vivir unos días intensos sin preocuparse de los coches, las calles, las noches… Mis hijos están en una edad más autónoma, en la que empiezan a descubrir su propia identidad y en la que desean descubrir su entorno, las posibilidades que ofrece la vida y cuál es su propio carácter. Aunque la adolescencia es una edad muy difícil para los padres…
Durante la primera noche mi hijo no aparecía a la hora de la cena y pasé un mal rato. Lo busqué insistentemente por la piscina, el gimnasio, las habitaciones, la discoteca, la sala de máquinas… Cuando él mismo encontró el restaurante asignado a nuestro grupo y se sentó en la mesa para encargar la cena a Jack, nuestro simpático camarero, respiré tranquila.
A partir de ese momento les pusimos un horario a los chicos. Los ocho se repartían en dos camarotes de cuatro, por lo que era imposible controlar exactamente qué hacían durante las horas que no estábamos con ellos ni la hora en la que regresaban de la discoteca, que estaba destinada a jóvenes entre catorce y dieciocho años…
 Por suerte el hecho de estar en un hotel flotante donde los peligros que acechan en las noches de la ciudad se reducen a la nada, me ofreció la tranquilidad suficiente como para darles una libertad controlada. Durante todo el crucero no me ha preocupado qué hacían todo el rato, el desorden que reinaba en su camarote ni las horas en las que regresaba mi hijo mayor de la discoteca. ¡Eso son vacaciones de verdad!
Pasado el susto cenamos tranquilamente. La carta te permitía comer seis platos más el postre, ¡una cantidad excesiva para mí! Optamos por pedir sólo un entrante y un plato principal o una pasta. Esa noche nos fuimos a dormir enseguida, llevábamos muchísimas horas en pie y el madrugón pesaba demasiado…
A las siete de la mañana del día siguiente quedamos fuera de los camarotes, estaban todos cerquita, en el pasillo de números pares de la octava planta. Desayunamos en el buffet del puente nueve entre riadas de gente que se llenaban los platos hasta los topes. Nos costó muchísimo encontrar mesas, pero al final lo conseguimos.
La primera escala del crucero fue en una pequeña población de la costa de Italia llamada Bari. Es la parada más floja de todo el recorrido, aunque me gustó saborear la esencia de las callejuelas estrechas donde circulaban motos, bicis y los lugareños. Fue como perderme en una película italiana, como si apareciera en la plaza de “La Vida es Bella” y pudiera ver al protagonista con su bicicleta conquistando a su hermosa mujer.
Paseamos distraídos contemplando las tiendas, los tenderetes repletos de pamelas y recuerdos, la iglesia del pueblo, las dos placitas que la llenaban de historia. Compramos una campanita con el nombre de Bari, mi hija y yo decidimos iniciar una colección de recuerdos de cada lugar visitado, y las campanas pequeñitas de cerámica era una opción bonita y no muy cara.
Regresamos al barco a mediodía, con el tiempo justo de ducharnos, cambiarnos de ropa y comer. El buffet del almuerzo era abundante en opciones: plancha, pizza, ensaladas, pasta y algún guisado italiano.
La tarde transcurrió entre la piscina, la música clásica que tocaban en directo en el piano-bar de la tercera planta y la increíble actuación en el teatro. Realmente las funciones eran espectaculares, creo que una de las mejores ofertas de este crucero. Un vestuario lesextraordinario, un escenario con las últimas tecnologías existentes que se transformaba en segundos, unos artistas excepcionales y unas puestas en escena por las que bien pagaríamos una entrada en un teatro de nuestra ciudad.
¡Mañana más! ¡Feliz día!




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2 comentarios:

  1. No conozco Bari, pero la sola mención de Italia y las imágenes de las fotografías más lo que nos cuentas ya me acercó el aroma de las pizzerías y las maravillosas heladerías.
    Yo siento muy parecidas a Italia y España.
    Besos.

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    1. Tienez razón, Pilar, España e Italia se parecen mucho... Este pueblo es bonito, pero ante Olimpia, Éfeso, Estambul y Dubrovnik... ¡Pues fue lo más flojo!
      ¡Feliz día!

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