Cuarta lectura
Hace un día radiante, el dominio del sol sobre el cielo de un azul tan nítido que nada empaña su soberanía presagia unas horas diurnas calurosas, agradables y con el silencio embriagador del verano únicamente ensordecido por los gritos de júbilo de los niños y el canto de los pájaros que ahora me acompañan en mi tarea de teclear frente al portátil.
La montaña es un lugar precioso en esta época del año. A través de la ventana de mi cuarto, donde me he estirado a preparar el post que colgaré cuando pueda salir a buscar cobertera con mi USB, diviso un trocito de monte, bañado por los rayos de luz del astro que ilumina nuestro devenir el la Tierra y nos proporciona la energía necesaria para vivir. No es una vista espectacular, pero me hace feliz.
Ayer terminé el cuarto de los libros de aquella lista inacabable que recibí. Lo hice en el pequeño jardín de mi casa de la montaña, estirada en la hamaca naranja, permitiendo que la mordedura del sol acariciara mi piel y la bronceara lentamente, con armonía. No me gustó el argumento del libro y me costó un gran esfuerzo no abandonar a la mitad una tarea que me parecía salomónica. Aunque he de reconocer que los personajes toman una fuerza inusitada a través de las páginas que los delinean con una perfección casi total. Pero a mí, lectora de intrigas, de misterios, de asesinatos, de trasfondos esotéricos y perseguidora de la acción entre las palabras que llenan la blancura del papel, me pareció un libro sin substancia, una historia que lo único que aporta es la visión de esos personajes entrañables que te acompañan desde el inicio de la novela.
Cuando terminé decidí volver a transgredir las normas y retomar la corrección del primer capítulo de La Baraja. Tras cuatro libros de un estilo completamente distinto al mío y mi promesa interior de proseguir con ese Máster en literatura que se me ha propuesto, me senté en mi sillón favorito, junto a la chimenea moderna y limpia, y abrí el ordenador para aplicar las ideas que mi mente había ido madurando estas últimas semanas.
Estoy satisfecha con el resultado, emocionada con la capacidad que he ido adquiriendo de abstraerme de mi propio trabajo y mirarlo de manera crítica, con los ojos agudizados y los sentidos alerta para buscar los fallos y rellenar las lagunas de la narración. No me gustaría pecar de soberbia, así que no voy a afirmar que esté perfecto, pero yo me siento feliz con el trabajo realizado y creo que he logrado alcanzar un grado de mejora notable.
He decidido alternar la lectura con la reescritura con la misma actitud que he encarado el primer capítulo. Por primera vez en muchos años he conseguido que el deseo de alcanzar un sueño no me nuble la razón y me impida ver lo que le faltaba al capítulo. Ayer os comenté que empezaba a rebajar esa obsesión que me ha empujado los últimos años. La verdad es que ahora veo las cosas desde otro cáliz, uno que me muestra una nueva realidad, una nueva visión del futuro, que considera la posibilidad de no llegar nunca a las librerías. Y aún así sé que deseo continuar escribiendo, creando, moldeando los mundos paralelos que moran en mi interior, emborronando la página del Word con palabras y frases que compongan párrafos con sentido.
¡Un beso!
Lo que describes no es soberbia, Pat. Simplemente estás contenta con el resultado de tu trabajo, y eso es bueno, te motiva a continuar. Y ese resultado es producto de tu esfuerzo, de tu constancia y de las ganas de aprender y mejorar. A través de la práctica alcanzaremos la perfección, así que a seguir leyendo y escribiendo.
ResponderEliminarUn beso.
¡Espero que tengas razón!!!! ¡Y que dentro de unos años no siga en el mismo lugar! ¡Cómo mínimo espero poder escribir bien y pasármelo genial!
ResponderEliminar¡Un beso, guapa!