Lagartija, libros y el mago
Acabo de terminar el quinto libro y he de decir que esta vez me ha costado menos (203 páginas en un día). De los cinco El Cuento Número trece me gustó muchísimo y este último, El Lector (de Bernhard Schlink), lo he disfrutado. ¡Es tan variopinto el gusto por la lectura!
Cuando fui a la biblioteca el lunes ya cogí dos libros para evitarme la excursión cada día, así que en cuanto pueda empezaré con el sexto. ¡A ver si el Máster avanza a buen ritmo y de aquí al verano ya he conseguido tachar un número considerable de deberes de la lista!
Como siempre me he despertado súper pronto, ¡eso no cambia! No os podéis imaginar el susto que me he pegado cuando he llegado a la cocina y, tras prepararme un café cargadito, me he encontrado una lagartija en la pared, sobre la mesa.
Primero la he examinado con ojos críticos, como pensando en la posibilidad de que fuera una broma de mis hijos. Me he acercado, he levantado el brazo y he aproximado la mano lentamente. ¡Y el bicho se ha movido! Total, que he soltado un mini grito, de aquellos que se te escapan cuando te pegas un susto, y en cinco segundos tenía a los dos hombres de mi casa persiguiendo a la lagartija.
Entre los dos han logrado cazarla sin que sufriera ningún daño y sacarla a la terraza para que pudiera recuperar su libertad y yo mi mesa de desayuno. Y se han vuelto a la cama.
Yo me he quedado en la cocina con mi taza de café y unas rebanadas de pan con tomate, acabando el libro y disfrutando de esos instantes de soledad antes de empezar el día, que hoy viene cargadito.
Como no habéis sugerido ningún nombre para el mago ni apuntes acerca de su físico, voy a hacerlo yo. La verdad es que esta noche me ha vuelto a visitar en las pocas horas de sueño que he conseguido y le he preguntado a él directamente cómo se quería llamar. Tras descartar varias propuestas nos hemos decidido por Ignacio Ollate.
Ignacio es un chico de 23 años con una infancia un tanto triste que guarda en su memoria, dentro de un baúl de los recuerdos ajado y cerrado con llave. En sus enormes ojos negros se leen las huellas de ese pasado que en algún momento de la historia deberá revelar y afrontar. Las largas y oscuras pestañas le confieren grandeza a esos ojazos que enseguida hechizan a Sara.
Lleva el pelo cortado al cepillo para deshacerse de los rizos morones que antaño se ocupaban de atraer las miradas de las chicas. Su metro setenta y cinco de estatura no tiene ni un gramo de más. Ignacio es un hombre muy cuidadoso con su cuerpo, se pasa una hora diaria en el gimnasio ejercitando los músculos y cuida la dieta de una manera casi obsesiva.
Descubrió sus dotes para la magia por casualidad y su facilidad para crear ilusión lo ha catapultado a la fama a una edad tan temprana. Debido a su situación familiar tuvo que dejar los estudios a los dieciséis años y buscarse un trabajo para ayudar en la economía familiar. Y el destino quiso que encontrara un puesto de camarero en el Museo de la Magia de Barcelona, un lugar donde actúan los mejores magos del mundo.
Cuando sus deberes laborales se lo permitían, se escabullía a ver el espectáculo y se pasaba los días siguientes intentando descubrir los trucos. Se fue comprando pequeños artilugios en la tienda del museo y, con el paso de los meses, acabó por fabricarse él mismo muchos de ellos.
Una tarde, cuando no había nadie en el escenario, decidió poner en práctica algunos de sus trucos de reciente creación. Tuvo la suerte de que un mago lo viera y fuera consciente del potencial de aquel chiquillo de dieciocho años. Manolo el magnífico lo acogió como pupilo y le enseñó todo lo que sabía.
Cuando Sara lo vio por la televisión en un programa matinal, Ignacio ya se había hecho un nombre y actuaba solo. Por eso se atrevió a dar el paso, escaparse e ir al Museo de la Magia en su búsqueda.
¿Queréis aportar algo?
Joooo, cómo narices haces para que te salga todo esto... Alucino!!! Se nota que eres escritora, eh?
ResponderEliminarYo por no saber no se ni hacer un comentario correctamente. Qué voy a aportar??
Hola Pat. Por tus últimas entradas veo que el descanso te ha sentado de maravilla y has encontrado un equilibrio que te ha devuelto la ilusión por escribir sin angustias. Lo demuestra tu juego con el relato de tu sueño.
ResponderEliminarMi aportación. Creo que el dinero por si mismo es un movil insuficiente para basar toda la historia. ¿Por qué no darle un giro fantástico? El Mago debe sus habilidades a que es hijo de un íncubo, un demonio masculino, que violó a su madre. Fiona es, por contra, un súcubo, un demonio femenino que quiere la fortuna de Jaime para instaurar un imperio diabólico.
A lo mejor me he pasado un poco.
Suerte con tu agente. El interés que te ha dedicado (a pesar de los agotadores deberes), demuestra que ha visto algo que vale la pena. Ahora que a todo el mundo le ha dado por escribir, no están para perder el tiempo con cualquiera. Sobre todo si tu agencia es la que creo (mera intuición).
Un saludo.
Bego!!! ¡Si todo fuera tan sencillo como inventar!!!! Eso se me da bien. Dar forma a los personajes, a las tramas, a los escenarios,... Eso es muy fácil para mí, sólo necesito pensar en algo y darle consistencia. Lo de escribirlo bien ya es otra historia,...
ResponderEliminarAnónimo, mi agencia es A.K., pero lo digo en voz baja porque después de tantos años.... pues no sé, que no me lo acabo de creer. En cuanto a tu aportación, pues es una buena idea, pero mi sueño se aleja un poquito de ella,... Yo creo que el dinero sí que puede mover a las personas a hacer cosas horribles. ¡Fíjate si no la cantidad de familias que se pelean por las herencias! Pero podemos aprovechar la idea de meter algo paranormal en la trama, buscarle algunos poderes a Sara y a Ignacio, y porqué no, ¡unos diabólicos para Fiona!!!! ¡A ver qué sale de las aportaciones!!!
¡Muchas gracias por estar ahí!!!!
Si!!! Yo quiero que Ignacio no sea solamente un mago de actuaciones... tiene que tener algo más, no digo que le dés superpoderes, pero la capacidad de leer las mentes o de entrar en ellas estaría bien. Por otro lado, todavía no me queda claro si es bueno o malo; el otro día me parecía que pertenecía al bando malo, pero si lo pones tan guapo y espabilado, tendrá que ser de los buenos, no???
ResponderEliminarM
O aún mejor... ¡¡la capacidad para encontrar señales del destino!! Si al final te decides por darle algún "poder" y eliges este, ¡creo que deberías incluir como señal del destino a una lagartija!
ResponderEliminarJajajajaja. ¡Lo de la lagartija lo incluimos fijo!!!!
ResponderEliminarM. la gracia está en no saber hasta el final si Ignacio es bueno o malo. ¡Eso es el suspense!!!!
Bones Pat!
ResponderEliminarYo me imaginé al mago con el perlo largo, con el típico rizo alargado y estirado por su propio peso, ademas con un cierto aire freak, desenfrenado y sin gimnasio. Igual deportista pero no musculado.