Los recuerdos de Vladymir...¡La trama 38!

9:59 Pat Casalà 0 Comments


            ¡Buenos días a todos!!! ¡Qué maravilloso es tener unos días de descanso para dedicarme a lo que más me gusta en el mundo! Es como si estos días fueran mi mejor regalo de Navidad, como si Papá Noel se hubiera adelantado y hubiera dejado el sol, el descanso, las Musas y el tiempo para escribir bajo la chimenea.
            ¡Ayer fue un día genial! Me pasé más de dos horas sentada en el banco del parque escribiendo, creando, sintiendo las tramas crecer en mi interior. ¡Fue maravilloso! Por la tarde me fui con mis hijos al club y me senté una hora en el bar a continuar con la novela hasta la hora de la clase de baile. ¡Al final acabé tres capítulos! ¡Y luego una hora de dancing! ¡Ojalá todos los días fueran así de perfectos! Pero no me voy a quejar, tengo una vida fantástica y del aire no se vive, así que la semana que viene me vuelvo al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja, ¡tengo un buen trabajo! ¡Qué más se puede pedir!
            ¿Vamos con Vladymir???
            …Mientras Úrsula caminaba de un lado a otro de la habitación, intentando descubrir qué había pasado y cómo ayudar a su amado, Vladymir se había sumido en un extraño trance que lo abocaba a deambular por los pasadizos de un laberinto de recuerdos olvidados, un laberinto que conformaba su realidad, una realidad que lo había llevado a obsesionarse con los cofres y la sabiduría que escondían.
            El transilvano estaba quieto, pétreo, estirado en la cama con una expresión tensa en su cara, los brazos cruzados sobre el pecho y una palidez extrema en su rostro afilado. Su mente se había enfrentado a algo desconocido y parecía inmersa en un torbellino que iba arrasando lentamente su cordura.
            Una hora antes, cuando estaba de pie en las escaleras, intentando descubrir la ubicación de Sara, alguien o algo se había colado en su mente y había iniciado el proceso en el que estaba inmerso. Sabía que Ignacio era parte del problema, que él era quien se había sumergido en sus pensamientos y había bloqueado sus poderes mentales, pero también sabía que Ignacio no estaba solo, que con sus actos había logrado introducir alguna clase de veneno en su mente, uno que estaba aniquilando lentamente la evolución que le había concedido los cofres.
            Enredada en una bruma extraña, su mente iba reproduciendo cada uno de los pasos que lo habían llevado a su presente. Era como si cada fragmento que evocaba se fuera diluyendo en una nueva secuencia, como si cada paso avanzado hacia la evolución genética se fuera destruyendo con una nueva visión de la realidad.
            Se vio a sí mismo de pequeño, escondido detrás de la cortina, escuchando las palabras que su padre susurraba al oído de su última amante:
            -Soy el guardián de uno de los cofres, el hombre que has venido a buscar. Tu gente nunca podrá vivir en paz, los guardianes nunca consentiremos que nadie llegue a juntar la sabiduría que se esconde en los cuatro cofres. Nuestra misión es erradicar de la faz de la Tierra a personas como tú, los prigenios nos concedieron el don de detectaros, el de saber qué pensáis, el de encontraros más allá de nuestras fronteras, por eso ha llegado tu hora.
            La mujer estaba sujeta con unas cuerdas a la cama, su cara estaba pálida y demacrada pero sus ojos refulgían de una manera intensa, penetrante, desafiante.
            -Puedes deshacerte de mí -dijo con una voz seca-. Pero tarde o temprano la evolución de los cofres será un hecho y los guardianes desaparecerán.
            Una explosión de carcajadas salió en torrente de la boca del padre de Vladymir. Miró a la mujer con desprecio, le escupió en la cara y le habló pellizcando las sílabas con maldad, como si quisiera herirla con cada una de sus palabras.
            -He gozado de tu cuerpo y de tus pensamientos durante la última hora. He descubierto tus más íntimos secretos mientras satisfacía mis deseos carnales y ahora vas a ir a reunirte con los de tu especie.
            Le colocó las manos alrededor del cuello y empezó a apretar con fuerza. Vladymir reprimió un grito de miedo al descubrir cómo aquella mujer iba perdiendo la vida por la boca, cómo sus ojos se fueron apagando, cómo su cara se fue volviendo grisácea y sus piernas pataleaban inatentando asirse a la vida…
           
            ¡Feliz día!!!
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