Los recuerdos de Vladymir...¡La trama 38!
¡Buenos
días a todos!!! ¡Qué maravilloso es tener unos días de descanso para dedicarme
a lo que más me gusta en el mundo! Es como si estos días fueran mi mejor regalo
de Navidad, como si Papá Noel se hubiera adelantado y hubiera dejado el sol, el
descanso, las Musas y el tiempo para escribir bajo la chimenea.
¡Ayer
fue un día genial! Me pasé más de dos horas sentada en el banco del parque escribiendo,
creando, sintiendo las tramas crecer en mi interior. ¡Fue maravilloso! Por la
tarde me fui con mis hijos al club y me senté una hora en el bar a continuar
con la novela hasta la hora de la clase de baile. ¡Al final acabé tres capítulos!
¡Y luego una hora de dancing! ¡Ojalá todos los días fueran así de perfectos!
Pero no me voy a quejar, tengo una vida fantástica y del aire no se vive, así
que la semana que viene me vuelvo al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja,
¡tengo un buen trabajo! ¡Qué más se puede pedir!
¿Vamos
con Vladymir???
…Mientras
Úrsula caminaba de un lado a otro de la habitación, intentando descubrir qué
había pasado y cómo ayudar a su amado, Vladymir se había sumido en un extraño
trance que lo abocaba a deambular por los pasadizos de un laberinto de
recuerdos olvidados, un laberinto que conformaba su realidad, una realidad que
lo había llevado a obsesionarse con los cofres y la sabiduría que escondían.
El
transilvano estaba quieto, pétreo, estirado en la cama con una expresión tensa
en su cara, los brazos cruzados sobre el pecho y una palidez extrema en su
rostro afilado. Su mente se había enfrentado a algo desconocido y parecía
inmersa en un torbellino que iba arrasando lentamente su cordura.
Una
hora antes, cuando estaba de pie en las escaleras, intentando descubrir la
ubicación de Sara, alguien o algo se había colado en su mente y había iniciado
el proceso en el que estaba inmerso. Sabía que Ignacio era parte del problema,
que él era quien se había sumergido en sus pensamientos y había bloqueado sus
poderes mentales, pero también sabía que Ignacio no estaba solo, que con sus
actos había logrado introducir alguna clase de veneno en su mente, uno que
estaba aniquilando lentamente la evolución que le había concedido los cofres.
Enredada
en una bruma extraña, su mente iba reproduciendo cada uno de los pasos que lo
habían llevado a su presente. Era como si cada fragmento que evocaba se fuera
diluyendo en una nueva secuencia, como si cada paso avanzado hacia la evolución
genética se fuera destruyendo con una nueva visión de la realidad.
Se
vio a sí mismo de pequeño, escondido detrás de la cortina, escuchando las
palabras que su padre susurraba al oído de su última amante:
-Soy
el guardián de uno de los cofres, el hombre que has venido a buscar. Tu gente nunca
podrá vivir en paz, los guardianes nunca consentiremos que nadie llegue a
juntar la sabiduría que se esconde en los cuatro cofres. Nuestra misión es
erradicar de la faz de la Tierra a personas como tú, los prigenios nos
concedieron el don de detectaros, el de saber qué pensáis, el de encontraros más allá
de nuestras fronteras, por eso ha llegado tu hora.
La
mujer estaba sujeta con unas cuerdas a la cama, su cara estaba pálida y demacrada
pero sus ojos refulgían de una manera intensa, penetrante, desafiante.
-Puedes
deshacerte de mí -dijo con una voz seca-. Pero tarde o temprano la evolución de
los cofres será un hecho y los guardianes desaparecerán.
Una
explosión de carcajadas salió en torrente de la boca del padre de Vladymir. Miró
a la mujer con desprecio, le escupió en la cara y le habló pellizcando las sílabas
con maldad, como si quisiera herirla con cada una de sus palabras.
-He
gozado de tu cuerpo y de tus pensamientos durante la última hora. He
descubierto tus más íntimos secretos mientras satisfacía mis deseos carnales y
ahora vas a ir a reunirte con los de tu especie.
Le
colocó las manos alrededor del cuello y empezó a apretar con fuerza. Vladymir
reprimió un grito de miedo al descubrir cómo aquella mujer iba perdiendo la
vida por la boca, cómo sus ojos se fueron apagando, cómo su cara se fue
volviendo grisácea y sus piernas pataleaban inatentando asirse a la vida…
¡Feliz
día!!!
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