Las sombras I....
¡Buenos
días! Ya estamos acabando la primera maratón de las fiestas. Hoy nos queda la
comida de San Esteban y se acabó hasta el sábado. ¡Qué pena! Con lo que me
gusta reunirme con la familia para charlar, reír y pasarlo bien…
Me
gustaría deciros muchísimas cosas, explicar multitud de anécdotas y de ideas,
pero me da la sensación de que tantos meses escribiendo cada día han conseguido
que los temas se conviertan en una secuencia recurrente de lo mismo, es como si
día tras día acabara hablando acerca de los mismos temas a pesar de buscar
otras ideas para llenar los posts. Así que hoy voy a intentar algo nuevo, una
historia corta y sencilla, ¡a ver qué os parece!
…Era
una noche oscura y lluviosa. El viento azotaba las ramas de los árboles que se
veían a través de la ventana únicamente iluminados por las tres farolas que se
extendían en la calle desierta y solitaria.
Elena
estaba aterida, empapada en un sudor frío y resbaladizo que se filtraba por sus
poros exudantes, hecha un ovillo frente a la ventana, permitiendo que sus
lágrimas resbalaran impunes por las mejillas y le llenaran la boca con un sabor
salado.
Miraba
fijamente las ramas desnudas de los árboles, unas ramas que habían perdido
hasta la última de sus hojas al inicio de ese crudo invierno que se había
adueñado de las calles y de la mansión abandonada donde Elena se refugiaba de
sus perseguidores, aquellos que la buscaban, que deseaban de una manera feroz
la pulsera de su madre, una pulsera que ocultaba un gran secreto.
Los
jadeos roncos del miedo llenaban el silencio de la estancia. El vaho que
salía disparado de la boca de Elena se condensaba en la fría atmósfera y
calentaba un poco las manos que ella había puesto frente a la boca en un
intento de recuperar un poco la movilidad. Su corazón aporreaba la caja torácica
como si fuera un tambor insistente que repercutía en el cuello y dispersaba una
cantidad anómala de adrenalina por su cuerpo.
¡Todo
había sido tan rápido! Casi no había tenido tiempo de despedirse de su madre ni
de rescatar la pulsera antes de emprender una huida desesperada. Desde el
momento en el que su madre había bebido el licor y su mirada había sufrido un
cambio repentino Elena había sabido que el destino la había atrapado, que aquel
momento esperado había llegado, que debía correr, esconderse, seguir la senda escrita al inicio de los tiempos.
En
ese justo instante, mientras la vida de su madre se escurría entre espasmos
intensos que le iban amoratando la cara, Elena había recuperado la pulsera de
su escondrijo, había soltado su primera lágrima y había salido corriendo por
los pasadizos secretos de su casa rumbo al caserón abandonado donde ahora se
refugiaba mirando por la ventana en busca de cualquier atisbo de peligro.
Allí
escondida Elena se había deshecho en lágrimas de dolor. La expresión de su
madre moribunda la acompañaba en esos momentos de angustia y desesperación, era
como si la muerte de su querida y amada madre la acribillara a balazos en el
corazón y la llenara de dolor y pena.
Pero
debía sobreponerse, necesitaba encontrar la fuerza para acabar con las sombras,
aquellas sombras que la acosaban desde niña y que deseaban adueñarse del don
que en unos momentos iba a despertar. ¿Cómo habían logrado envenenar el licor
de su madre? La casa estaba protegida con encantamientos poderosos y su madre
le había asegurado que podían celebrar su veintiún cumpleaños sin miedo. ¿Acaso
su madre sabía lo que le esperaba? ¿Había algo que no le había contado?
Elena
no tenía tiempo de pensar en eso, en el exterior había vislumbrado la primera
de las sombras que la
acosaban. Era una figura alta y espigada, toda cubierta de
negro, sólo con los ojos al descubierto y unas manos finas y blanquecinas que se
movían entre los árboles.
La
pulsera todavía estaba en su puño, la agarraba tan fuerte que se le clavaba en
la palma de la mano. Elena
entendió que había llegado el momento, que debía ponerse esa pulsera y permitir
que su don la poseyera, que debía seguir los designios de la profecía, que
debía enfrentarse a las sombras para proteger al resto de la humanidad.
Se
enjugó las lágrimas, exhaló un profundo suspiro y abrió lentamente el puño. La
pulsera era una simple cadena de oro de la que colgaban varias figuras
diminutas. ¡Parecía mentira que un objeto tan insignificante contuviera un
poder tan inmenso! Temblando, con los ojos cerrados, se deslizó la cadena por
la mano derecha, pero justo antes de conseguir llegar a la muñeca percibió la
presencia de la sombra
-¡No
voy a permitir que te la coloques! ….
Es
demasiado largo… ¡Mañana la acabo! ¡Feliz día!
Estas cosas no se hacen, me tenías a un centímetro de la pantalla y me has dejado con cara de póker!!
ResponderEliminarDeseando que llegue mañana para saber cómo termina!!!
Un besote.
Buenos días María!!! Mañana lo acabo, es que si la entrada es demasiado larga tengo quejas.... ¡Pasa un feliz día!!!!
ResponderEliminarBESOSSSS
Y si el relato queda inconcluso, también tienes quejas, grrr grrrr grrrrr!!!
ResponderEliminarMañana volveré, eso puedes darlo por hecho
8)
(se enjugó las lágrimas, no se las enjuagó, por cierto)
Que vértigo por Dios!!! mañana estaré por aquí también...
ResponderEliminarI'm sorry!!! Pwnsaba que si lo hacía demasiado largo cansa leerlo... ¡Mañana por la mañana prometo colgar el final!!!! ¡Un beso a los dos!
ResponderEliminarPD. Gracias Bea, ahora corrijo el error!