¡Qué frío!!!!!!

11:47 Pat Casalà 0 Comments


            ¡Buenos días desde las montañas!!! ¡Qué frío hace!! ¡Pero qué bien se está delante de la chimenea escuchando el silencio sacro que se respira en este paraje apartado de la contaminación, el ruido y las prisas! Es un oasis de paz en medio de la cotidianeidad, un remanso donde el tiempo, las angustias y las prisas se diluyen entre la grata sensación de sosiego que transmite mi casa y sus alrededores. ¡Qué contenta estoy de haber venido!
            Todo y que he de admitir que no me gusta nada conducir el coche durante una hora y tres cuartos por la autopista primero y por una carretera de curvas después para llegar aquí. ¡Y es que ya lo sé! ¡Es absurdo que me guste conducir moto y no coche! Pero qué se le va a hacer, así soy yo, una miedica al volante…
            Sé conducir y no lo hago mal, pero mis emociones cuando estoy al volante son de lo más disparatadas, parece que esté dentro de una montaña rusa donde en momentos puntuales hay unos descensos empinadísimos. Encima siempre que un coche viene por el otro carril mi imaginación se dispara y ya me veo chocando…
            En las curvas siento cómo se me agarrotan todos los músculos. Los cuádriceps se me tensan, el estómago escala posiciones en el abdomen, contrayéndose de manera un tanto angustiosa, subo tanto los hombros que la cabeza reempieza a dolerme y en instantes puntuales casi tengo ganas de gritar: “ay, ay, ay”.
            Y es que cuando conduzco el coche por lugares nada habituales me siento un tanto insegura, aunque no tendría porqué. Y como mi marido tenía que quedarse en Barcelona trabajando tenía dos únicas opciones: o me quedaba en casa lamentando no haber subido a la Cerdaña o apretaba los dientes, subía al coche y emprendía el viaje… ¡Y decidí ser valiente!
            Aunque la mañana de hoy ha sido un completo desastre, jejeje… Me he despertado a las 6.46 para preparar los desayunos de los niños y el mío, los he despertado, he preparado la casa para que mi súper Roomba la limpiara mientras estábamos fuera, he puesto una lavadora, he cargado el coche y me he ido hacia las pistas.
            A las 8.40 hemos llegado a la parte de abajo del Puigmal (hay dos alturas y dos parkings). Antes de ponernos las botas le hemos preguntado a un píster si la estación de abajo estaba abierta y nos ha asegurado que sí, así que nos hemos puesto las botas, hemos bajado los esquíes del porta esquíes, los hemos cargado al hombro y nos hemos plantado ante el telesilla a esperar a las nueve en punto para que abrieran.
            Ya os imagináis qué ha pasado, ¿no? Pues el píster todavía debe estar riéndose, porque la estación de abajo estaba cerrada… Así que vuelve a sacarte las botas, vuelve a colgar los esquíes en el techo y vuelve a conducir hasta la parte de arriba. Y otra vez pon botas, saca los esquíes y vete al telesilla para subir a las pistas.
            ¡Por suerte esta vez estaba abierto!!!! Y nos hemos montado los tres con una sonrisa, aunque hacía un frío de mil demonios. Hay muy pocas pistas abiertas, así que nos hemos ido zumbando a coger el telearrastre que te sube arriba del todo para intentar disfrutar de aquella parte de la estación, pero a medida que ascendíamos un viento huracanado se ha ocupado de cortarnos la cara y de traernos miles de partículas de nieve. ¡Y las pistas de arriba estaban cerradas!
            Entonces ha sido decisivo: mi hijo mayor no ha parado de suplicar que nos fuéramos a casa y la niña le ha secundado. La verdad es que no me lo he pasado nada bien deslizándome por la nieve. El viento era tan fiero que me iba frenando y lanzando pequeñas gotas de nieve a la cara que impactaban como si fueran miles de agujas. ¡Qué frío! Brrrrrrr. ¡No sé ni cómo he logrado llegar abajo!
            Total, que hemos decidido volver a casa. ¡Se acabó el esquí hasta el año que viene (bueno, quedan dos días para eso)! ¡A ver si nieva!!!! Y hemos vuelto a sacarnos las botas, hemos vuelto a colocar los esquíes en el techo y hemos emprendido el camino a casa soñando con una ducha de agua calentita… ¡Y al llegar a casa descubrimos que no hay agua caliente!!!!
            He puesto la secadora, he encendido la chimenea, he enviado a los niños arriba a hacer deberes, he llamado a Mario, el señor que nos ayuda en el mantenimiento de la casa y me he aferrado a mi ordenador, para ver si las cosas mejoran. ¡Aunque estoy segura de que así será!!!
            Por suerte hace un sol magnífico y Mario acaba de llegar… ¡Así que cuando consiga que el calentador vuelva a funcionar me ducharé y me iré al banco de la carretera a colgar el post… ¡Y lo haré con una inmensa sonrisa! ¡Porqué estoy en las montañas! ¡Y seguro que todo saldrá bien a partir de ahora!
            ¡Un beso para todos! ¡Y pasad un día genial!

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