¡Qué frío!!!!!!
¡Buenos días desde las
montañas!!! ¡Qué frío hace!! ¡Pero qué bien se está delante de la chimenea
escuchando el silencio sacro que se respira en este paraje apartado de la
contaminación, el ruido y las prisas! Es un oasis de paz en medio de la
cotidianeidad, un remanso donde el tiempo, las angustias y las prisas se
diluyen entre la grata sensación de sosiego que transmite mi casa y sus
alrededores. ¡Qué contenta estoy de haber venido!
Todo y que he de admitir
que no me gusta nada conducir el coche durante una hora y tres cuartos por la
autopista primero y por una carretera de curvas después para llegar aquí. ¡Y es
que ya lo sé! ¡Es absurdo que me guste conducir moto y no coche! Pero qué se le
va a hacer, así soy yo, una miedica al volante…
Sé conducir y no lo hago
mal, pero mis emociones cuando estoy al volante son de lo más disparatadas,
parece que esté dentro de una montaña rusa donde en momentos puntuales hay unos
descensos empinadísimos. Encima siempre que un coche viene por el otro carril
mi imaginación se dispara y ya me veo chocando…
En las curvas siento cómo
se me agarrotan todos los músculos. Los cuádriceps se me tensan, el estómago
escala posiciones en el abdomen, contrayéndose de manera un tanto angustiosa,
subo tanto los hombros que la cabeza reempieza a dolerme y en instantes
puntuales casi tengo ganas de gritar: “ay, ay, ay”.
Y es que cuando conduzco
el coche por lugares nada habituales me siento un tanto insegura, aunque no
tendría porqué. Y como mi marido tenía que quedarse en Barcelona trabajando
tenía dos únicas opciones: o me quedaba en casa lamentando no haber subido a la
Cerdaña o apretaba los dientes, subía al coche y emprendía el viaje… ¡Y decidí
ser valiente!
Aunque la mañana de hoy ha
sido un completo desastre, jejeje… Me he despertado a las 6.46 para preparar
los desayunos de los niños y el mío, los he despertado, he preparado la casa
para que mi súper Roomba la limpiara mientras estábamos fuera, he puesto una
lavadora, he cargado el coche y me he ido hacia las pistas.
A las 8.40 hemos llegado a
la parte de abajo del Puigmal (hay dos alturas y dos parkings). Antes de
ponernos las botas le hemos preguntado a un píster si la estación de abajo
estaba abierta y nos ha asegurado que sí, así que nos hemos puesto las botas,
hemos bajado los esquíes del porta esquíes, los hemos cargado al hombro y nos
hemos plantado ante el telesilla a esperar a las nueve en punto para que
abrieran.
Ya os imagináis qué ha
pasado, ¿no? Pues el píster todavía debe estar riéndose, porque la estación de
abajo estaba cerrada… Así que vuelve a sacarte las botas, vuelve a colgar los
esquíes en el techo y vuelve a conducir hasta la parte de arriba. Y otra vez
pon botas, saca los esquíes y vete al telesilla para subir a las pistas.
¡Por suerte esta vez
estaba abierto!!!! Y nos hemos montado los tres con una sonrisa, aunque hacía
un frío de mil demonios. Hay muy pocas pistas abiertas, así que nos hemos ido
zumbando a coger el telearrastre que te sube arriba del todo para intentar
disfrutar de aquella parte de la estación, pero a medida que ascendíamos un
viento huracanado se ha ocupado de cortarnos la cara y de traernos miles de
partículas de nieve. ¡Y las pistas de arriba estaban cerradas!
Entonces ha sido decisivo:
mi hijo mayor no ha parado de suplicar que nos fuéramos a casa y la niña le ha
secundado. La verdad es que no me lo he pasado nada bien deslizándome por la
nieve. El viento era tan fiero que me iba frenando y lanzando pequeñas gotas de
nieve a la cara que impactaban como si fueran miles de agujas. ¡Qué frío!
Brrrrrrr. ¡No sé ni cómo he logrado llegar abajo!
Total, que hemos decidido
volver a casa. ¡Se acabó el esquí hasta el año que viene (bueno, quedan dos
días para eso)! ¡A ver si nieva!!!! Y hemos vuelto a sacarnos las botas, hemos
vuelto a colocar los esquíes en el techo y hemos emprendido el camino a casa
soñando con una ducha de agua calentita… ¡Y al llegar a casa descubrimos que no
hay agua caliente!!!!
He puesto la secadora, he
encendido la chimenea, he enviado a los niños arriba a hacer deberes, he
llamado a Mario, el señor que nos ayuda en el mantenimiento de la casa y me he
aferrado a mi ordenador, para ver si las cosas mejoran. ¡Aunque estoy segura de
que así será!!!
Por suerte hace un sol
magnífico y Mario acaba de llegar… ¡Así que cuando consiga que el calentador
vuelva a funcionar me ducharé y me iré al banco de la carretera a colgar el
post… ¡Y lo haré con una inmensa sonrisa! ¡Porqué estoy en las montañas! ¡Y
seguro que todo saldrá bien a partir de ahora!
¡Un beso para todos! ¡Y
pasad un día genial!
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