Una velada muy emotiva

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Regreso de un fin de semana perfecto, lleno de instantes maravillosos, reencuentros y un sinfín de emociones. A veces te reúnes de nuevo con una amiga de antaño y parece que fuera ayer cuando le dijiste adiós por última vez.
Diana era mi amiga de tardes. Es curioso, en el colegio casi ni nos hablábamos, pero después de las clases nos subíamos al autocar y éramos íntimas… Nos pasábamos las horas desde ese momento juntas, saboreando una libertad perfecta.
Me vino a buscar con su coche, nos abrazamos y empezamos a hablar de nuestras vidas, recuperando de pronto aquella confianza de hace veintiocho años. Recuerdo un día en la tienda de mis padres que me sorprendió la llegada de un antiguo amigo suyo y les habló como si el día anterior se hubieran visto. Me costaba comprender esa familiaridad después de décadas de separación. Ahora lo veo con otros ojos, porque eso me pasó con Diana.
La cena con el resto de antiguos compañeros de colegio se tiñó de historias variopintas y muy interesantes. Me encantó escuchar los diferentes destinos de cada uno de mis antiguos copis de cole, descubriendo cómo la vida ha repartido la ruleta de las profesiones.
Fue una velada absolutamente emotiva y especial, descubrí con ilusión lazos importantes del pasado, me reencontré con personas que significaron mucho para mí y me percaté de algo maravilloso: ellos también me recordaban.
Os he dicho varias veces que ya no soy esa niña asustada y sobrepasada por la situación. Era diferente, no mejor ni peor, simplemente tenía mil ideas en la cabeza y me costaba relacionarme con los demás porque muchas veces no les entendía.
Vivía en un mundo de fantasía, donde todo era posible, y cuando miraba la realidad me percataba de que nada era fácil ni tan perfecto como en mi imaginación. Sentía diferente a los demás, me interesaban otras cosas y acababa acurrucada en un rincón imaginario, disparando palabras equivocadas a una audiencia no receptiva.
La escritura ha conseguido lo imposible, centrar mi mente, explicarle cómo canalizar esas ideas en algo productivo, sin desperdiciar ni un poquito de creatividad.
No sabía qué esperar de la cena del viernes, tenía un poco de miedo de volver a sentirme fuera de lugar, pero una vez allí, rodeada de personas maravillosas, me integré con ilusión. Fue un intercambio de momentos, de retazos de unas vidas dignas de novela y sonreí con un brillo especial.
Ese es el camino directo a la felicidad, no el de esperar una publicación que no llega o muchos lectores emocionados. Escribir es mi liberación, mi momento, mi ilusión. Me llena y consigue despertar un sentimiento intenso. Con eso me basta para sonreír.
¡Feliz día! J


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