bako National Park II (Borneo)
¡Buenos días! ¡Qué bien sienta un fin de semana de
desconexión! Llego al lunes con energía, ganas de comerme el mundo y un sinfín
de ideas locas para avanzar en UUDC. Tengo un montón de trabajo esta semana, mi
planificación se llena hasta arriba de mil plazos de entrega de informes,
impuestos, estudios… Al llegar al despacho me pondré a ello sin perder la
sonrisa y llegaré a todo, seguro.
El viernes, después de una larga semana seca de
inspiración, conseguí escribir el primer beso, con la intensidad necesaria para
hacerlo creíble. Continué un poco más, quitándoles la camiseta a los
protagonistas, subiendo la temperatura… Cuando miré la hora y vi que o corría o
no llegaba a zumba, puse un punto y aparte, levanté las manos del teclado y me
fui.
¡Nunca había bailado con una sonrisa tan ancha! ¿A
quién se le ocurre dejar a Lúa y a Matt así? Uffff, no me concentraba en los
pasos ni en la música, solo deseaba regresar a casa para continuar escribiendo.
El fin de semana he avanzado muchísimo, estoy contenta con los progresos,
espero tener un manuscrito a la altura en unos tres o cuatro meses.
El otro día dejamos el viaje en Bako National
Park, llegando a nuestra cabaña para dejar las mochilas, las toallas que nos dieron
en recepción y prepararnos para los trekkings. El lugar era mejor de lo
esperado, cuatro camas de madera, con sábanas limpias, dos ventiladores, rejas
en las ventanas para impedir la entrada de los mosquitos y un baño separado,
con unas instalaciones muy correctas.
Vaciamos las mochilas sobre las camas, caminamos
de vuelta a recepción y nos apuntamos en el registro. Es obligatorio hacerlo,
indicando el número de personas, la ruta elegida y la hora de salida. Al
regresar firmas y así tienen controlada la gente que deambula por la selva. Nos
pareció una perfecta medida de seguridad y una manera de no sufrir si nos
pasaba cualquier cosa.
Compramos tres botellas de agua de litro y medio a
precio de oro, ¡son carísimas por el nivel de vida de Malasia! Las pusimos en
las mochilas, junto con unas bolsas de patatas y empezamos a caminar. Elegimos
el trekking llamado Teluk Paku, para ver los monos narigudos.
Contrariamente a mi idea, avanzar por la selva no
se asemeja en nada a la montaña. Las raíces de los árboles forman los senderos,
que en algunos tramos tenían escaleras o pasarelas de madera construidas por el
hombre. El calor es sofocante, la humedad levanta gotas en cada recodo de la
piel y el terreno es resbaladizo.
No vimos monos, a esa hora no salen, pero sí nos
adentramos en la naturaleza, con la emoción de descubrir un mundo nuevo, lleno
de sonidos selváticos, turistas como nosotros y plantas increíbles. Al final
del camino llegamos a una playa espectacular, con rocas y unos cangrejos
diferentes a los de aquí, el único problema es la prohibición de bañarte por
peligro de encontrar cocodrilos. El paisaje no tiene desperdicio…
¡Feliz día! J
FOTOS
DE LA LLEGADA A BAKO
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