Fort Margarita y el barquero Minion (Borneo)
¡Buenos días! Llego al viernes con el trabajo
cumplido. Impuestos enviados, informes a punto, plantillas para presupuestos
2016 preparadas para llenarse de números, sin olvidar las páginas de
seguimiento de desviaciones, contabilidad revisada, errores detectados… Ha sido
una semana corta, pero productiva.
Sonrío. Mi sonrisa es ancha, extensa, feliz. Me
propuse darle un nuevo diseño al blog y a la Web, quería terminarlo antes de
finalizar la semana y ayer a las doce de la noche por fin conseguí subir la
nueva versión de mi web de autora (visítala). Me gusta cómo ha quedado, ahora
tocará ir arreglando pequeños detalles. Pero mi objetivo está cumplido, esta
semana he conseguido modernizar el blog y la web, ahora solo me queda volver a
UUDC.
Espero retomar pronto la narración… Todavía me
quedan muchísimas ideas para terminar la novela y me hace ilusión proseguir con
ella.
Ayer nos quedamos volviendo del Cultural Village.
Estábamos cansados, nos pasamos más de cuatro horas visitando el recinto. Por
suerte ya no llovía y parecía que el día se abría. No teníamos muy claro qué
queríamos hacer por la tarde, teníamos hambre y no nos apetecía comida malaya,
preferíamos una pizza.
Llegamos al Pullman tarde, dejamos las mochilas y
nos fuimos a visitar Kuching, caminando en busca de una pizzería. Acabamos en
un Pizza Hut, donde fueron muy lentos en el servicio.
Al salir nos hicimos la típica foto con los gatos,
que ahora mismo no encuentro, y anduvimos rumbo al río, con la sensación de que
el lugar necesitaba una modernización. La ciudad me pareció sucia,
destartalada, vieja…
El río es lo más bonito. Como era domingo las
barcas para cruzar al otro lado eran gratuitas. Tomamos una, con un barquero
simpático y llegamos a un food court
desamparado, sin gente y sin ninguna gracia.
Queríamos visitar Fort Margarita, a lo alto
de la colina. Avanzamos por un sendero rodeado de casas destartaladas, sin
orden ni concierto, hasta llegar a lo alto de una pequeña loma. Estábamos prácticamente
solos cuando entramos en la fortificación del siglo XIX.
Salimos al patio, donde se conservan algunos
cañones antiguos en el balcón que rodea el fuerte. Hacía un calor sofocante,
así que no tardamos en remontar el camino para regresar a la otra orilla de
Kuching. Intentamos atajar por una zona boscosa y nos equivocamos…
Lo más gracioso de la tarde fue el barquero que
nos cruzó el río. Gobernaban las barcas con remos y tenían un motor en la popa.
A mitad de camino nuestra barca se averió y el marinero empezó a hablar como un
Minion mientras trajinaba bajo la madera para arreglar un tornillo que no
acababa de encajar. ¡Nos dio un ataque de risa!
¡Feliz día! J
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