Bye, bye Kuching (Borneo)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Regreso de la montaña con una energía positiva inmensa, ganas de comerme el mundo y un sinfín de ideas para plasmar en mis novelas. Y es que a veces mi mente hiperactiva se rebela, dándome pistas para cometer locuras, rompiendo los esquemas, instándome a ir más allá.
El viernes llegué a casa con la intención de escribir un poquito de UUDC antes de irme a Zumba, pero cuando intenté proseguir con la historia me encontré sin inspiración. Entonces se me ocurrió una fikada de las mías, mirar vídeos de momentos románticos en YouTube. Total, que acabé estirada en el sofá, con el ordenador en el regazo, un pañuelo de papel y las lágrimas flojas por ver las escenas increíbles de la pantalla.
Y tuve una idea para una novela nueva que germinó con rapidez, dándome las pinceladas de los personajes principales. No la podía dejar escapar, necesitaba plasmarla en un papel, seguir esa cálida corriente de inspiración para iniciar la historia. Le di un par de vueltas al título, para mí es importante empezar con uno y no tardé en dar con él.
Uno de los vídeos que vi me dio una pista de qué iba a escribir, así que miré la música y tuve una revelación. Así nació CDTEAT. Creé una lista en Spotify con algunas canciones, busqué los protagonistas en Internet y los subí a un tablero de Pinterest, abrí el Word, puse el título y escribí la mitad del primer capítulo.
Total, que aquí estoy, con dos novelas a la vez, sin centrarme cien por cien en una de ellas y mi cabeza revuelta. Una consta de ciento sesenta folios, la otra de nueve. A ver si consigo avanzar en las dos…
Regresamos a Kuching…
Cuando el barquero Minion nos dejó en la otra orilla paseamos por los tenderetes de Chinatown en busca de algunos recuerdos para llevarle a la familia. En todo el viaje era la primera vez que visitábamos tiendas. Caminamos durante una hora, hasta que conseguimos llenar las bolsas.
Por la noche regresamos al Top Spot para despedir Kuching, realmente era fabuloso. Y nos fuimos a dormir con las maletas preparadas para volar a Singapur a la mañana siguiente. El vuelo salía pronto y nos llevaría a nuestro último enclave del viaje.
Llegamos a Singapur a las once y media de la mañana de un soleado día de agosto. El cambio de paisaje fue brutal, pasamos de un lugar caótico, sucio y destartalado a un país limpio, lleno de flores adornando las carreteras, con los edificios construidos siguiendo un orden y un aura perfecta.
Nos hospedamos en el One Farrer Hotel & Spa, un lujoso hotel en el barrio indio, situado enfrente de una estación de metro y con unas instalaciones alucinantes. Habíamos encontrado una oferta buenísima en Internet. Dejamos el equipaje en la consigna tras hacer el Check In y nos fuimos a la zona de Marina Bay, a ver la vista.

¡Feliz día! J  

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