Bako National park V (Borneo)
¡Buenos días! El jueves se presenta perfecto, con muchísimo
trabajo, un sinfín de instantes y un afterwork
con mis compañeros de trabajo para celebrar el cumpleaños de una de ellas.
Ayer fue un día redondo. A veces un simpe email
puede alegrarte el día, porque de repente te percatas de que todavía queda
gente como a mí me gusta ahí fuera, en el mundo editorial.
Envíe una propuesta de edición, junto a una carta
de presentación y una sinopsis. Normalmente solo recibo silencio, ni una letra
para comunicarme la recepción ni un «no estamos interesados» ni un mínimo feedback… A mí me basta con cuatro
letras, como ayer. No es una promesa de publicación, solo un «leeremos la
novela», pero a mí me sabe a gloria. Porque no cuesta nada enviar cuatro frases,
aunque sea para decir no.
Ecos delpasado sigue imbatible como mi novela más leída. Ayer se coló de
nuevo en una posición envidiable, arrancándome varias sonrisas. La novela se
lee, sobre todo en Kidle Unilited, y su media de lectura es de dos días.
Engancha, eso queda patente, y me emociona.
Volvamos a Bako National Park…
El barquero nos propuso hacer un tour por el mar
antes de volver a la base y aceptamos encantados. Fue una experiencia genial.
Nos dejó en el muelle de madera, junto a los manglares. La marea había subido y
ya no era necesario desembarcar en la orilla.
Caminamos por la pasarela de regreso al alojamiento,
avistando una cantidad increíble de monos narigudos. En el camino nos topamos
con macacos y disfrutamos de la paz del lugar. Mi marido y mi hija se bañaron
con agua helada, no hay agua caliente, y luego decidimos ir al bar a por un
refresco.
En la terraza pone que es el único sitio donde se
puede comer. Teníamos un par de bolsas de patatas y unas Coca-Colas, charlamos
un poco con la pareja de franceses que nos habíamos encontrado en la última
excursión y de repente apareció una manada de macacos dispuestos a robarnos la
comida.
Mis hijos y mi marido se levantaron, salvando las
patatas, pero yo permanecí sentada, uno de los monos me miraba fijamente desde
la barandilla y nos habían dicho que eran agresivos. Tenía miedo, no sabía si
debía moverme o quedarme quieta.
El macaco se lanzó sobre mi brazo sin avisar,
arañándome y consiguiendo despertar mis gritos asustados. Mi marido lo espantó
y yo me levanté de un salto, con pánico. Por suerte solo me hizo una pequeña
rascada, pero el susto no me lo quita nadie…
Pasamos el resto de la tarde en la playa, viendo
el sunset, paseando, llenándonos de
la serenidad de la selva.
¡Feliz día! J
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