Marina Bay (Singapur)
¡Buenos días! Ayer el día fue gris y apático, de
aquellos en los que la oscuridad exterior suele entristecerme. Sin embargo
estuve feliz, porque soy capaz de avanzar en las novelas durante horas, sin
perder el hilo de ninguna de las dos historias, sonriendo y con una intensidad
apasionante.
He descubierto la magia de escribir romántica, la maravillosa
sensación de imaginar besos, caricias, palabras cariñosas, flirteos… Muchas
veces suspiro emocionada al pensar en las escenas, como si pudiera aterrizar en
la coraza de los personajes y estremecerme con ellos.
Dos historias, dos mundos, dos mujeres
completamente diferentes, dos situaciones… El único problema es que mi
subconsciente sigue trazando tramas más allá de las horas diurnas y se
convierte en un impedimento para dormir bien. Y es que estoy imbuida por las
sensaciones que me despierta vivir en primera personas los romances de los
protagonistas.
En fin, vámonos a Singapur, que estamos en la recta
final de mi maravilloso viaje de verano. La zona de Marina Bay me impactó muchísimo.
Nos equivocamos de salida y aparecimos en un descampado cercano a los
rascacielos. Caminamos bajo un sol abrasador en busca de un lugar donde comer,
era tarde y habíamos desayunado en el hotel de Kuching muy pronto.
Llegamos al impresionante edificio del hotel
Marina Bay Sands, un establecimiento que tiene la piscina elevada más grande
del mundo. Es de borde infinito y tiene una capacidad para tres mil novecientas
personas. Dentro del complejo Marina Bay Sands hay un casino independiente,
unas galerías comerciales, un museo, dos teatros, varios restaurantes…
Antes de viajar nos planteamos la posibilidad de dormir
en este hotel para bañarnos en su fastuosa piscina, pero el precio nos tiró
atrás. Una habitación cuesta la friolera de cuatrocientos euros la noche en el
mes de agosto y nos pareció excesivo.
Caminamos por la calle hasta encontrar la entrada
al edificio principal. A pesar del hambre, decidimos subir a la zona del hotel
que se puede visitar pagando. Por suerte apenas había cola y en pocos minutos nos
subimos al ascensor directo a la azotea.
La vista es sobrecogedora, no tiene nada que ver
con Kuala Lumpur. Los edificios cercanos a Marina Bay son modernos, esculpidos
con formas simétricas, de un colorido sobrio y perfecto. Caminamos por la
plataforma situada a unos doscientos metros del suelo, observando el skyline de esta ciudad idílica y
fotografiamos cada rincón con la emoción de tener el mundo bajo nuestros pies.
¡Feliz día! J
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